El secretario de Salud, José Narro Robles, señala que hablar sólo de lo malo del país no sirve para tener una visión crítica y realista; considera que el principal problema de México es la desigualdad y la exclusión, y subraya que el acceso efectivo a la salud “es uno de los grandes igualadores sociales”. 

A invitación del Consejo Editorial de Crónica, formado por directivos y colaboradores de este diario, se llevó a cabo una charla con el secretario, quien, dotado de una visión profunda y de largo plazo —así como de una saludable dosis de buen humor— también comentó, entre otras cosas, que en México hay “intolerancia para debatir con franqueza” asuntos como la legalización de la mariguana y que, entre los más grandes retos de salud que afronta el país, están el aumento de la diabetes y la “vergüenza nacional” de que cada año miles de niñas mexicanas menores de 14 años sean madres.

Estos son los puntos centrales de la amena e interesante conversación.

Pedimos al doctor Narro que iniciara con un balance general de la Secretaría a su cargo, y fue hasta las raíces, en un reflexión que, rebasando el ámbito estricto de sus tareas, terminó por aterrizar en los asuntos de salud.

“En México tenemos un deporte nacional: hablar mal de nosotros mismos”, empezó diciendo. “Parecemos empeñados en mostrarle al mundo lo malos que somos y los problemas que tenemos”. Dijo que a esta tendencia negativa hay que oponerle una visión realmente crítica de la situación nacional, pero que también valore lo bueno que hemos hecho.

Narro pone en el centro de los problemas nacionales el de la desi­gualdad que —junto con la pobreza— “tiene siglos de estar presente en el país”, que se traduce en “un grave problema de exclusión”. Explica que el analfabetismo significa exclusión, la pobreza significa exclusión, igual que la ignorancia, sin contar otro tipo de exclusiones, “como la que ha sufrido la comunidad LGBTI”. Hace notar que la suma de los excluidos, aunque varios puedan serlo por más de una razón —como el ejemplo de una mujer indígena y analfabeta— ,hace mayoría en el país.

Luego abunda: “la enfermedad excluye, el enfermo no puede hacer su vida normal” y subraya que la exclusión sólo se puede combatir incluyendo a la gente y haciendo valer los derechos de las personas.

Después de ver esa cara de la moneda, Narro pasa a la otra, y apunta que, “con cualquier año base en que sea medida, la salud de los mexicanos ha mejorado sustancialmente, de manera medida por estándares internacionales”. Da varios ejemplos, desde el aumento de la esperanza de vida al nacer, a la caída dramática de la mortalidad infantil, al cambio de las causas de mortalidad. Hace notar que si, en vez de obsesionarnos por la coyuntura, vemos las transformaciones de largo plazo, estas son positivas.

También dice el secretario de Salud que, a lo largo de los años, México ha incrementado en calidad y cantidad sus recursos humanos en materia de salud, la infraestructura sanitaria, la calidad de la vivienda y en general todo lo que tiene que ver con la salud de las personas. Finaliza recordando que “antes de 1990 los derechos humanos no estaban ni siquiera en nuestra temática”, en la agenda nacional. “Todo esto refleja una mejoría en la calidad de vida”.

Preguntamos cuáles serían, en el sector salud, los principales ejemplos positivos y negativos. El doctor Narro escoge dos de cada uno.

El primer ejemplo positivo que presenta el ex rector de la UNAM son los programas de vacunación intensiva, que han permitido que la salud sea uno de los grandes igualadores sociales. Estos programas, recuerda, han costado incluso vidas de vacunadores, porque “no han faltado los fanáticos que han azuzado a la población en contra de ellos, y no estoy hablando de hace un siglo, sino de los años setentas y noventas”. El resultado: “Han sido eliminadas o controlados enfermedades que diezmaron a la niñez mexicana por muchos años”. Luego da cifras: “En lo que va del gobierno del presidente Peña Nieto, se han suministrado 280 millones de vacunas”. El costo de las mismas, sin contar toda la parte logística, es de 21 mil millones de pesos.  

El segundo ejemplo es la infraestructura: hay 22 mil unidades de salud, que van desde los pequeños centros hasta los grandes hospitales de especialidades. Eso significa “cientos de millones de consultas, millones de cirugías y el trabajo de más de medio millón de personal de enfermería y médicos en el sector público”.

En los ejemplos negativos, Narro empieza por señalar el aumento de la diabetes, enfermedad que se ha convertido en la más preocupante en todos sentidos. Señala que en 2014 hubo 94 mil muertes atribuibles directamente a ella y, si la ligamos a enfermedades cardiovasculares, la suma crece a 215 mil fallecimientos.

La epidemia de sobrepeso y obesidad, aunada al tabaquismo y al sedentarismo hace que el doctor Narro alerte por la falta de preocupación de los mexicanos por su salud. Considera que es necesario crear conciencia, “porque si yo no me preocupo por mi salud, nadie lo puede hacer por mí”.

El segundo ejemplo negativo en materia de salud es, en palabras de Narro, “motivo de vergüenza nacional”: que niñas menores de 14 años sean madres. Hay 11 mil al año, 30 por día. El hecho de que la quinta parte de los embarazos en el país sea de niñas o adolescentes es una tragedia: “Estamos perdiendo la posibilidad de que cientos de miles de nuestras mujeres se preparen y se superen”. Recuerda que la mayoría de estos embarazos culmina en hogares encabezados por una madre soltera.

¿Cómo ve el problema del envejecimiento de la población?

El secretario Narro vuelve a pintar los tiempos largos, con la situación que prevalecía en 1950, cuando apenas el 5 por ciento de la población tenía más de 60 años; ahora es más del 10 por ciento y para el 2050 equivaldrá a la cuarta parte de los mexicanos. Da cuenta que, con el incremento poblacional, los mexicanos hemos podido “inventar cada 12 años un país como el que teníamos en 1950, y modernizarlo y acabar con algunas de sus carencias”.

Pero matiza: “No estamos preparados para atender lo que los expertos llaman envejecimiento saludable”. Todavía hay tiempo; podemos, pero nos urge empezar.

Otro problema que está creciendo en nuestro país, comentamos, es el de las enfermedades mentales. O al menos hoy es más visible. 

El doctor Narro asiente. Señala que, efectivamente, es un problema creciente, particularmente con casos de depresión y ansiedad. Admite abiertamente que no hay espacios suficientes, ni los programas, ni los servicios que se requieren.

Señala que, en esta materia, “se tiene que hacer un esfuerzo porque esto (la mayor incidencia de las enfermedades mentales) no va a parar”.

Pasamos a un asunto sindical. Hay movilizaciones anunciadas. Preguntamos al doctor Narro su opinión.

Responde que, “de los no médicos, el personal de enfermería es el que más ha avanzado en sus condiciones de trabajo y salariales”, considera que hay un elemento ideológico “propio de los años 70” en las movilizaciones previstas para el 22 de junio, que se ve desde su mismo nombre: “Paro Nacional en Contra de la Universalización de los Servicios de Salud”. No entienden —dice Narro— que no hay privatización alguna, “simplemente es ponerse de acuerdo para usar mejor la estructura”. Pone como ejemplo el caso de Baja California, donde el IMSS manda pacientes a Guadalajara, Hermosillo o la Ciudad de México, cuando los servicios estatales de salud en la propia Tijuana están subutilizados. Es más lógico y económico que los pacientes se atiendan ahí.

Finalmente, se le preguntó al Secretario su punto de vista sobre los cultivos de amapola en el país. En su respuesta crítica, deja claro por qué considera que hay que agotar primero el tema de la mariguana, antes de pasar al otro.

“Me da tristeza nuestra intolerancia para debatir con franqueza”, dice. Recuerda que, sobre el tema de la mariguana, hubo una discusión nacional que duró más de medio año. Prevé que, a final de cuentas, se apruebe el uso medicinal de la mariguana y no se discuta el aumento en el gramaje que puede ser portado legalmente.

“Lo que les digo a los legisladores es: Denle la cara al conjunto de la sociedad y a los miles de personas que están recluidas por que llevan 6, 8 o 10 gramos de mariguana”. Reitera que está convencido de que la mariguana es dañina al cerebro, sobre todo de las personas menores de 23 años, que es nociva. Pero difiere de la visión que plantea “cerremos los ojos, juguemos a que no existe el problema”, porque hay miles de personas que son afectadas por esa visión de “no pensar en cosas feas”.

Y entonces Narro da la vuelta al círculo, regresa al tema de la exclusión, con el que inició la plática. Dice que esas posiciones de negar la realidad dejan que los grupos radicales sigan excluyendo a los demás.

Bajo esas condiciones, da a entender, discutir el tema de la amapola no tiene mucho sentido. En cualquier caso, por un lado admite que hay insuficiencia en la oferta de medicamentos derivados de la amapola, pero —explica— la producción mundial de esta planta y de morfina es suficiente, y México puede importar la que necesite para cuestiones médicas, sin necesidad de meterse en problemas como el control y vigilancia de los plantíos y de la comercialización de los derivados.

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