El negociador mexicano habla con EL PAÍS sobre el nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá
Robert Lighthizer, el represante comercial de Estados Unidos, invitó a comer a su amigo Jesús Seade a The Metropolitan Club, un exclusivo restaurante en el corazón de Washington, en julio de 2018. Seade (Ciudad de México, 1946) acababa de incorporarse a las negociaciones del Tratado de Libre Comercio como el representante del presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador. Faltaban seis semanas para el fin de las conversaciones sobre el acuerdo comercial. México y Estados Unidos se encontraban en un punto muerto sobre la continuidad del tratado y bajo la exigencia de los estadounidenses de marcar plazos para su vencimiento. Sentados frente a frente, los negociadores midieron sus fuerzas.
“En esa comida yo le dije: ‘Bob entiendo lo que plantean, pero no vamos a llegar a ningún lado con esas posiciones de Estados Unidos’. Él me explicó largamente por qué para él era necesario. Luego, yo le expliqué largamente que lo que pedían para México era imposible. Entonces él me dijo: ‘tenemos que buscar otras soluciones’”, cuenta en una entrevista con EL PAÍS el también subsecretario de Exteriores para América del Norte. Él y Lighthizer ya se conocían, se enfrentaron 30 años antes en las disputas comerciales por el atún y el cemento entre México y Estados Unidos. “Tenemos un estilo de negociación un poco parecido: los dos somos muy honestos, no negociamos a base de ocultar, de engañar. Los dos somos capaces de imaginarnos las soluciones”. Así que en esa tarde de verano ambos hallaron la forma de deshacer el nudo y diseñaron un sistema de revisión del acuerdo. Ese encuentro, un simple gesto de bienvenida, marcó el destino de las relaciones comerciales en América del Norte.
El Congreso de EE UU cerró el jueves pasado un intenso proceso legislativo con la aprobación, por parte del Senado, del TMEC. Con la nuevas reglas de comercio, la región tendrá uno de los tratados más ambiciosos del mundo. Un flujo de bienes por 1,2 billones de dólares al año y la posibilidad de convertirse en una de las zonas comerciales más fructíferas. “El TMEC es un tratado de ganar, ganar, ganar”, dice el subsecretario. El tratado es una versión generosamente actualizada de su antecesor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés), creado en 1993 y que cambió las economías de los tres países con la eliminación de los aranceles a las exportaciones. En 2020, el acuerdo se adapta a la naturaleza del proteccionismo promovido por el presidente estadounidense, Donald Trump, pero incrementa la ventaja competitiva de México en el mundo. “Estamos en una zona de libre comercio con la mayor economía del mundo, quiere decir que al elevar ese proteccionismo que refleja la visión de Trump, no la nuestra, estás protegiendo al productor mexicano y ofreciéndole a cambio la economía norteamericana”, resume Seade.
El negociador mexicano habla, en su despacho en Ciudad de México, con toda seguridad de los aspectos más controvertidos del acuerdo. Para él, un gran logro ha sido incluir la instalación de paneles de solución de controversias entre los tres países. “¡Llevamos 26 años sin paneles!”, dice. Un sistema estructurado para dirimir las disputas comerciales ha quedado finalmente plasmado en papel. “Hemos tenido problemas en el [comercio de] atún, azúcar, aguacate, tomate, acero y en todos esos casos ninguno ha sido llevado a paneles, todos se han resuelto visitando al ministro en Estados Unidos, pidiéndole cita. Hemos resuelto problemas pidiendo favores. Ahora se crea un sistema parejo, como debe ser, basado en Derecho”.
Desde la perspectiva mexicana, las negociaciones se produjeron en dos etapas. La primera, que comenzó en 2017 y duró un año, corrió a cargo del entonces presidente Enrique Peña Nieto que puso al frente de las charlas a su ministro de Economía, Ildelfonso Guajardo. Seade se integró al equipo en las últimas semanas de esa primera fase y reconoce que México ganó con las reglas de origen para la manufactura, medidas para el impulso de la pequeña y mediana empresa, compromisos para la modernización de las leyes laborales, condiciones para un acuerdo anticorrupción y la soberanía de los recursos energéticos. A pesar de las posiciones políticas opuestas de Peña Nieto y López Obrador, el grupo mexicano sacó adelante el acuerdo. “Una negociación comercial es de Estado a Estado, no de partido en el poder”, dice Seade.
Sin embargo, en 2019, se abrió una segunda negociación a petición de México y Estados Unidos. Seade, ya al frente del equipo mexicano, acordó con los estadounidenses medidas específicas para la reforma del sistema laboral y sindical de México, el contenido de metales norteamericanos en la industria automotriz, y la exclusión de las restricciones a las patentes de biomedicamentos. El negociador reconoce que, en el último tramo y contra el reloj, se enfrentó a “un vecino que frecuentemente toma decisiones unilaterales que no necesariamente son consistentes con lo comprometido”.
Los demócratas en la Cámara de Representantes, liderados por la congresista Nancy Pelosi, pusieron en más de una ocasión a México contra las cuerdas para mostrar la debilidad del nuevo plan comercial de Trump, de cara a las elecciones presidenciales de 2020. “Muchos de los objetivos de los demócratas eran parecidos a los de México, aunque pareciera lo contrario”, explica Seade, que no le concede el tanto al presidente estadounidense. “El paquete final que sale es bipartidista. No le salió exactamente como le hubiera gustado al Gobierno de Trump porque los demócratas también se están llevando una buena parte del mérito y se lo merecen. Los cambios del último año son muy importantes y son propiciados por los demócratas, negociados con los demócratas. Ellos supieron al final trazar, sacrificar lo que querían para terminar con algo que fuera aceptable”.
Los últimos acuerdos conseguidos por Seade fueron duramente criticados por los empresarios mexicanos que lo acusaron de ceder más de la cuenta en las negociaciones sin informarles. Él se defiende: “Estuve mucho en contacto, durante casi todo el año, con la alta directiva de los grupos empresariales”. El negociador mexicano, además, ha sido señalado por llevar prácticamente solo —cuenta con un reducido equipo de economistas asesorándole— el último tramo de las charlas. “Yo iba solo porque Lighthizer iba solo, era una negociación de uno con uno”, justifica.
El episodio de TMEC podría cerrarse tan pronto como en abril próximo, una vez que el Parlamento canadiense le dé luz verde y los tres presidentes —Trump, Trudeau y López Obrador— lo sellen con sus firmas. El futuro del negociador, asegura, seguirá siendo al frente de la política exterior con Estados Unidos y Canadá. Seade, egresado de Oxford, tiene una trayectoria con su paso por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio. Suma estrellas con la culminación del TMEC. “El presidente me ha pedido que me siga quedando, yo no tengo ningún deseo de irme. Estoy contento con el canciller [Marcelo Ebrard] y no me veo dejando el Gobierno, porque me gusta y estoy muy comprometido con el proyecto actual. Yo me quedo. Es un honor estar con Obrador”.