Más de 500 personas se suman a la convocatoria de Javier Sicilia, el veterano activista que encarna de nuevo la oposición cívica al Gobierno mexicano ante la crisis de violencia
Javier Sicilia ha vuelto a enfundarse el sombrero Panamá y las botas de senderismo para recorrer otra vez las carreteras de México. Nueve años después de liderar un movimiento de resistencia ciudadana contra la explosión de violencia que vivía el país en plena ofensiva contra el narco del Gobierno de Felipe Calderón, el veterano poeta y activista, de 63 años, vuelve a encarnar la oposición cívica ante una sangría que no cesa. “Somos la última bocanada de oxígeno para intentar de nuevo detener el horror y evitar que el país se hunda en una barbarie sin retorno”, dijo este jueves al inicio de la marcha, en la glorieta por la Paz de Cuernavaca, capital del Estado de Morelos.
Con menos afluencia que en 2011, cuando la marcha aglutinó desde el inicio a más de 1.000 personas, la hoja de ruta de la bautizada como la Caminata por la paz es casi idéntica: recorrer a pie los 70 kilómetros que separan Cuernavaca de la capital para, el domingo, plantarse ante el Palacio Nacional y exponer las demandas de las víctimas. Cuentan de momento con el apoyo de 64 colectivos y asociaciones de la sociedad civil, y confían en aglutinar a millares de personas a su llegada a Ciudad de México. Esa será su prueba de fuego para lograr sostener y dar continuidad a la nueva caravana. Sicilia lanzó también un puñado de mensajes dirigidos a López Obrador, al que reclama una política firme en seguridad: “La prueba más clara de espanto de esa política de abrazos son los 34.582 asesinatos cometidos durante 2019”.
El primer año del gobierno de López Obrador se ha convertido en el más violento desde que existen registros en México. La resurrección de Sicilia, que alzó la voz por primera vez tras el asesinato de su hijo por el crimen organizado en 2011, supone la emergencia de un rival incómodo para el actual presidente de México, que se ha negado a recibirle a su llegada a la capital, alegando que el veterano activista está convirtiendo el dolor de las víctimas en “show y un espectáculo”.
Sicilia recordó durante su intervención que a su llegada al Ejecutivo, López Obrador se mostró dispuesto a abrir un proceso deliberativo con la sociedad civil: víctimas, organizaciones, academia y expertos se reunieron durante meses con la Secretaría de Gobernación (Segob). “Pero aquella agenda, con los documentos que hoy llevamos con nosotros, se desechó sin que aún sepamos por qué. La Segob nunca dio una explicación”.
Desde el anuncio en noviembre de la vuelta a las calles, el entorno del Gobierno mexicano lanzó una dura ofensiva contra Sicilia. Incluidos muchos de quienes hace algunos años marcharon junto al propio activista frente a Felipe Calderón. La mecha que ha prendido esta nueva marcha ha sido la masacre de la familia LeBarón en noviembre, donde fueron asesinadas tres mujeres y seis niños. Miembros de la familia de empresarios sonorenses, que también estuvieron involucrados en la primera ola de protestas, formaron un numeroso contingente durante la nueva marcha.
“Yo no me considero una víctima, ahora soy un león. Marchamos para promover una conciencia ciudadana", explicaba sin perder el paso por el arcén de la carretera Adrián, el padre de una de las mujeres asesinadas en el rancho familiar. Acompañado por decenas de familiares, LeBarón avisa de que al llegar a la capital, pretende acampar en el Zócalo junto a casi un centenar de vecinos de su Chihuahua natal.
Pese al desgaste de su figura tras años de exposición mediática, Sicilia representa una crítica difícil de contraatacar por parte del Gobierno de Morena. Proveniente de una tradición de izquierda, Sicilia ha apostado en repetidas ocasiones por reconocer que México vive en un estado de emergencia nacional, y ha reivindicado la necesidad de una estrecha colaboración con la comunidad internacional. Una postura antagónica a la de López Obrador, furibundo nacionalista y reacio a cualquier injerencia exterior en México. Pero al mismo tiempo, Sicilia se ha opuesto desde el inicio a la militarización de la seguridad pública mexicana —prolongada por Gobierno de Morena con la creación y despliegue de la Guardia Nacional, presentes durante la marcha— y ha reconocido también que el problema de la delincuencia organizada tiene una vertiente económica, política y de salud pública, no solo de seguridad. Una postura más cercana al discurso de Obrador.