Agustín Basave Benítez renunció ayer a la presidencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y dejó a su sucesor el “libro amarillo”, un documento de 41 páginas en el que hace propuestas importantes para fortalecer al sol azteca, pero también expone que la identidad perredista se ha desdibujado ante actos de corrupción en los gobiernos del PRD y la cercanía de algunos dirigentes con el gobierno federal.
En el documento, en poder de EL UNIVERSAL, denominado Por el renacimiento del PRD, Basave Benítez reconoce que “las consecuencias imprevistas del Pacto por México y el surgimiento de Morena, también han puesto en duda el proyecto histórico e ideológico del sol azteca”.
“La identidad del partido se ha desdibujado, pero no por las alianzas electorales, como se pronosticaba, sino por actos de corrupción que siguen presentes en la vida de nuestros gobiernos, por la incapacidad de mantener a las expresiones dentro de un marco de institucionalidad y por la subordinada cercanía de algunos dirigentes con el gobierno federal”, reveló.
También sugirió que el PRD debe mantener su postura aliancista, puesto que los triunfos con el PAN en Quintana Roo, Veracruz y Durango son la muestra para derrotar al PRI. Ante el rechazo de Andrés Manuel López Obrador, dijo, es un escenario adverso para conformar una coalición de izquierdas en 2017 y 2018.
Tras ocho meses al frente del sol azteca, entregó el balance a Beatriz Mojica, quien por los próximos 15 días estará a cargo de la presidencia del PRD, y sostiene que la asignatura pendiente es combatir la corrupción al interior del partido y de sus gobiernos.
“Si queremos reconquistar la confianza ciudadana y tener autoridad moral en nuestro papel de opositores al PRI-gobierno, tenemos que iniciar el proceso de investigación y, en su caso, expulsión de perredistas corruptos. Se trata de un imperativo impostergable que precisa un acuerdo al más alto nivel entre las corrientes”, subrayó.
Quien retomará su trabajo legislativo en San Lázaro el lunes aclaró que el PRD sigue en recuperación, pues no se encuentra en estado de crisis, como hace ocho meses. Basave pidió al perredismo mantenerse unido y reinventarse, pero sobre todo un acuerdo que les permita redefinir su marca personal y diferenciarse de otras opciones de izquierda.
Basave reconoció que en la dirigencia nacional no tuvo las condiciones para encabezar esta reforma, “pero hago votos porque mi renuncia detone un proceso de concientización que desemboque en la determinación en la cúpula del partido para emprender la transformación que las bases de nuestro instituto político piden a gritos”.
Dejó una propuesta para fortalecer la figura del presidente nacional, frente a los acuerdos previos en mesas de corrientes “que limitan y debilitan la capacidad de negociación, determinan la decisión de los miembros del Comité Ejecutivo Nacional”.
Dijo que los espacios en el CEN del PRD deberían ser ocupados por el coordinador nacional de cada expresión. “De ese modo se evitaría la existencia del órgano metaestatutario de la mesa de corrientes y se fortalecería el CEN”, sostuvo.
Planteó un nuevo prototipo de presidente nacional para garantizar la gobernabilidad, que tenga la facultad de tomar varias decisiones, como la designación y destitución de coordinadores de bancada, tanto en congresos locales como en las cámaras federales; definición de secretarías de la dirigencia nacional, es decir, capacidad de nombrar y remover al menos a los titulares de las secretarías de finanzas, organización, electorales y comunicación, más allá de cuotas de corrientes.
Propuso que el líder nacional tenga moción de confianza, esto es que pueda convocar al Consejo Nacional para someter a consideración propuestas de alianzas o iniciativas de ley; que tenga capacidad de veto en decisiones del CEN; además de interlocución con el gobierno federal, para que los líderes de corriente o legislador consulten si hay capacidad de negociación y se eviten acuerdos unilaterales. Y, finalmente, capacidad de definir candidaturas en situaciones extraordinarias.
Basave pone en la mesa la desaparición de varias comisiones, como la electoral de afiliación; la fusión de las comisiones de ética y auditoría para fusionarla en la Comisión Anticorrupción. Y que haya candidaturas para perredistas no adscritos a las corrientes.