El presidente abandona sus discursos optimistas y mira de frente el problema “que se avecina”
Día con día, el discurso del presidente mexicano va virando hacia la realidad, que no es otra que la enorme crisis sanitaria y económica en la que está inmerso el mundo debido a la pandemia del coronavirus, de la que pocos países podrán escapar sin daño. Andrés Manuel López Obrador ha reconocido hoy en Oaxaca que la recesión económica va a frenar algunos de los planes que su Cuarta Transformación tiene previstos para el país. “Tenemos que ver cómo nos va al enfrentar la crisis económica que se avecina”.
Hace apenas unos días, el presidente se mostraba ufano de cómo resistía el turismo en Acapulco, con un 90% de ocupación y cuando le preguntaban si el Gobierno ayudaría a las empresas que van a enfrenta pérdidas por la crisis del coronavirus sencillamente decía que no estaban contempladas medidas de estímulo. “Deseo que el coronavirus no afecte a la economía. Dirán que soy un soñador, un Quijote, un irresponsable”, dijo en una de las recientes conferencias matutinas. Efectivamente, muchos le criticaban ya que por esa actitud optimista cuando las señales más negras eran ya inequívocas. El peso ha caído a mínimos históricos en las últimas semanas. La depreciación de más de un 20% que ha sufrido la divisa, se suma a los cierres temporales de algunas compañías automovilísticas, uno de los sectores que bombean la economía mexicana, y el desplome del petróleo, con el riesgo cierto de arrastre de la finanzas. El turismo, otro de los motores del país también está afectado. Se han cancelado numerosos vuelos y se han cerrado fronteras. El mundo entero está en cuarentena.
Esta mañana en Oaxaca, López Obrador parece, por fin, haber asumido las señales de alarma. Ha anunciado la construcción e inauguración de varias carreteras y caminos que unirán algunos de los 570 municipios del Estado y el interior con la costa, pero no se ha atrevido a llegar mucho más lejos. “Si nos va mejor, si no nos pega mucho la crisis económica que se avizora, que ya se está sintiendo por el coronavirus y la caída de los precios del petróleo; si atemperamos esa crisis nos quedaría pendiente la ampliación de la carretera de Oaxaca a Tuxtepec… No me atrevo a decir que se ampliará”, ha reconocido el presidente.
La incertidumbre económica ha sobrevolado su discurso cuando ha ido exponiendo los trabajos que quedan pendientes y que quizá tengan que ser aplazados para mejor momento. La propia crisis del coronavirus tiene en México una vertiente económica indudable. No son pocos los reproches que se le han hecho al Gobierno por no implementar algunas medidas para poner diques a la pandemia, medidas que en otros países ya se reconocía que se habían tomado muy tarde. Sin embargo, desde la Secretaría de Salud se ha apelado siempre a la paciencia, a la calma, a no abusar de medidas drásticas que pudieran poner en riesgo la economía del país sin una contraparte de eficacia profiláctica. De ese modo, se han mantenido algunos encuentros multitudinarios cuando el propio Gobierno ya recomendaba mantener la distancia entre personas para evitar los contagios. Se ha optado por mantener abiertos los aeropuertos y las fronteras (recientemente se ha cerrado la de Estados Unidos) y en todo el país permanecen activos aún hoy miles de restaurantes, cafeterías hoteles y los puestos de comida callejera en donde los alimentos van de mano en mano sin mayor cortapisa.
México ya sufrió la gripe porcina en 2009 siendo además el epicentro de aquella epidemia. Sabe por experiencia propia el daño que puede hacer a la economía de un país que otros cancelen sus actividades con él. Y sabe también que la pobreza mata tanto o más que el peor de los virus, por eso muchos ven en esa actitud de supuesta calma ante la crisis sanitaria una protección a los negocios para que la economía no se vaya a pique. La propia OMS en el país norteamericano reconoce que hay que evaluar con detenimiento las medidas que se tomen en función de su coste eficiencia. La pobreza en México alcanza a la mitad de la población, si sigue creciendo la crisis sociales será considerable.
Pero el coronavirus no da tregua. Países tan turísticos como Italia o España ha suspendido algunos de sus encuentros de primavera más notables, como las Fallas de Valencia o la Feria de Abril de Sevilla, y el estado de emergencia decretado ha echado el cierre en todos los establecimientos salvo las farmacias y los mercados de abasto. El golpe a la economía es colosal. Y México no va a ser distinto tampoco en esto.
“Vamos a dejar [algunas obras] para ver cómo nos va, si salimos adelante, que es lo que espero, porque tenemos muchas fortalezas y reservas económicas. Hemos acumulado 10.000 millones de dólares para la reserva económica y aunque ha habido inestabilidad y depreciación de la moneda he sugerido, con el resto al Banco de México, que se cuiden esas reservas, que no se saquen para detener la depreciación del peso; que nos aguantemos, porque en todo esto hay un buen componente de especulación de los que quieren sacar provecho de la incertidumbre financiera”.
La epidemia no va a ser corta, advertía hace unos días el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell y calculaba unas 12 semanas. La Ciudad de México ya ha decretado el cierre para este mismo lunes de los museos, cines, gimnasios, liturgias eclesiásticas, teatros y zoológicos. Lo peor está por llegar.