Hoy se conmemora el Día Mundial del Agua; ello justifica reflexionar en torno a los principales dilemas y retos estructurales que deben resolverse de manera urgente, en aras de garantizar la viabilidad social, económica y política de una República que sigue fragmentada y presa del desorden institucional que nos ha llevado a otras formas de ruptura y parálisis en los distintos ámbitos y órdenes de gobierno. Una de estas crisis se encuentra precisamente en lo relativo a la disponibilidad y calidad del agua de que disponemos; agenda que está vinculada al cambio climático, pero también a los usos y prácticas irracionales en su gestión y administración. En esa lógica, debe destacarse que, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Ecología, aunque la media nacional relativa a la disponibilidad de agua por habitante se encuentra por arriba de la media mundial, las desigualdades regionales son abismales. En efecto, la media internacional de disponibilidad de agua es de mil 700 metros cúbicos por habitante. En México la media es de 5 mil metros cúbicos, sin embargo, el norte y noroeste del país enfrentan problemas serios, pues la disponibilidad más baja llega a ser de sólo 100 metros cúbicos por habitante, mientras que en el sur-sureste la disponibilidad llega a ser de hasta 17 mil metros cúbicos por habitante. Esta realidad se enmarca en la paradoja relativa a las condiciones del desarrollo, pues mientras que en estados como Nuevo León, Sonora y Coahuila los porcentajes de pobreza se ubican entre los más bajos del país, en Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Veracruz se encuentran las peores condiciones socioeconómicas de la República. Gran desperdicio y sectores costosos. Los datos de la Conagua son por demás preocupantes; de acuerdo con el documento Estadísticas del agua en México, 2013, 72% del agua que se utiliza en el país tiene finalidades agrícolas, mientras que el restante 28% se destina al uso público urbano, al uso pecuario y el uso industrial. Esta realidad lleva a otra paradoja, pues el costo que se requiere para los distintos usos muestra una tendencia inversa a la del volumen del consumo. De acuerdo con el citado documento de la Conagua, en 2013 se tenían registradas 13 regiones hidrológicas en el país, entre ellas, según el indicador relativo a la “demanda química de oxígeno”, 31.7% del agua superficial total del país se encuentra “contaminada” o “fuertemente contaminada”. Las peores regiones son la del Valle de México, con 32.7% de aguas fuertemente contaminadas; la región península de Baja California, con 14.1%, y la región Balsas, con 8.8%. Los resultados de la Encuesta Intercensal 2015, presentados recientemente por el Inegi, muestran que en el país hay 94.5% de viviendas que tienen acceso al agua entubada; sin embargo, este indicador debe ser visto bajo la precisión de que de los 30.1 millones de viviendas que tienen acceso al agua, 70.4% la tiene efectivamente en su interior, es decir, únicamente 21.2 millones de viviendas tienen efectivamente agua entubada en su interior; el resto, es decir, 8.9 millones de viviendas, cuentan con agua entubada en su terreno, pero no al interior de sus construcciones. Adicionalmente hay 5.1% de viviendas, es decir, 1.59 millones de viviendas en donde se accede al agua por acarreo; en 45.1% se obtiene agua de algún pozo; en 22.1% se accede vía el suministro de pipas; en 15.4% se obtiene de otra vivienda; en 8.1% de algún río o arroyo; en 4.8% de alguna llave comunitaria; y en 3.23% se obtiene sólo de la recolección de agua de lluvia. Las entidades que presentan los peores indicadores en esta materia son: Guerrero, con 15.1% de las viviendas sin agua entubada; Veracruz, con 13.1%; Chiapas, con 12.7%; Oaxaca, con 12.6%, y San Luis Potosí, con 10.3%