Javier García despertó entre aplausos del personal médico del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). “Es un milagro que estés vivo”, recuerda escuchar tras una intubación de 12 días por Covid-19. Había ingresado a Urgencias el 19 de mayo de 2021 con una oxigenación de apenas 45%, cuando la saturación saludable está por encima de 95%.
Al hombre de 41 años le auguraron una recuperación rápida, pero un año después aún vive con las secuelas del virus. Sentado en la sala de la casa de sus suegros, en Chimalhuacán, Estado de México, Javier cuenta los males que aún le persiguen: pérdida de audición, caída de cabello, insomnio y dolor crónico de cabeza, pies, articulaciones y músculos.
La lista parece no tener fin. Se le olvidan las cosas de repente, incluso el nombre del diagnóstico que le dieron: neuropatía post-Covid. El cansancio es extremo. Aún siente hormigueo en las piernas, como si se le durmieran. Todos los días toma pregabalina, un fármaco antiepiléptico y analgésico recetado para el dolor que provoca esta enfermedad que apareció tras su contagio.
“Es un ardor insoportable. Mi suegro me tenía que dar masajes tres veces al día en las piernas, la espalda, las manos para aliviar el dolor”, dice. En su mano izquierda no hay rastro del músculo que se forma entre el pulgar y el dedo índice, apenas un hueco. Con los cambios de temperatura se le inflama la garganta y se le tapan los oídos. “Caminaba como robot. Salí por los médicos, les agradezco. Hoy estoy mejor, pero todavía no puedo correr, me duelen mucho los pies”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó a finales de 2021 que “la evidencia actual parece indicar que aproximadamente entre 10% y 20% de la población experimenta diversos efectos a mediano y largo plazos después de recuperarse de la enfermedad inicial”. Esto está cuarteando la vida de miles de personas en el mundo.
En el informe Enfermedad por coronavirus: afección posterior a la Covid-19, la OMS establece que este tipo de padecimientos ocurren en personas con antecedentes de infección —presunta o confirmada— de SARS-CoV-2. Por lo general, son síntomas que duran al menos dos meses, no se pueden explicar con diagnósticos alternativos y suelen afectar la capacidad de una persona para realizar actividades cotidianas, como trabajar.
Se trata principalmente de fatiga crónica, dificultad respiratoria y disfunción cognitiva. Un estudio científico hecho en personas de 56 países y presentado ante la OMS el año pasado, encontró un total de 203 afecciones. No es una condición exclusiva de personas que tuvieron síntomas graves, hospitalizadas o intubadas, se dan también en aquellos con Covid leve y asintomáticos.
Al corte de esta edición, en México hay 5.8 millones de personas que han contraído el virus de 2020 a la fecha, según datos de la Ssa. Considerando esto y la estimación mínima de la OMS (10%), en México habría al menos 580 mil personas con afecciones posteriores al contagio; para ellos, la tragedia no acaba.
Por ejemplo, el expediente médico de Lizeth Zgaip, una mujer de 36 años residente de Orizaba, Veracruz. En él sólo hay un diagnóstico certero de lo que la aqueja: condición de salud posterior a Covid-19. Adquirió el virus en julio de 2021 y cursó la enfermedad con síntomas apenas perceptibles, pero cuando creyó haber recuperado la salud empezó a dolerse de las articulaciones, la cabeza y las piernas.
El cabello, recuerda, se le caía a manojos y notaba un ligero rechinido en sus huesos al moverse, todo, dos meses después de su recuperación de Covid. A veces las molestias eran tantas que ni analgésicos que le recetaron aliviaban su aflicción. Para diciembre, el lado derecho de su cuerpo se inflamó: brazo, seno, hombro. El dolor de espalda no le permitía siquiera girar la cabeza.
“La vida no es normal para uno en estos casos”, dice en entrevista con una voz que está acompañada desde hace 10 meses por tos seca. El dolor no es lineal. Hay días en los que es tan intenso que no puede ni caminar, otros sólo cohabita con ella, igual que las taquicardias. Carga con dos inhaladores y naproxeno. La pandemia aún habita su cuerpo.
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El abandono institucional
En el centro del cuello de Mariana San hay una cicatriz de Covid-19. Es el recuerdo de la traqueotomía que le permitió respirar cuando fue internada en agosto de 2021 en el Estado de México. Se contagió al mismo tiempo que su mamá, pero sólo ella sobrevivió. Un mes después obtuvo su alta, aunque la mujer de 35 años conserva secuelas del virus hasta hoy.
Todo empezó con un hormigueo que le recorría las piernas, acompañado de ardor en las articulaciones y la sensación de frío y calor en los pies. Se sentía inestable al caminar, por ello daba pasos chiquitos. Los primeros médicos le dijeron que era normal por la inactividad del internamiento, pero no era eso. Un encefalograma y un estudio de conducción nerviosa mostraron daños en sus nervios, síntomas de una neuropatía periférica que le diagnosticaron nueve meses después del contagio. Su sistema nervioso quedó dañado.
Este padecimiento suele causar debilidad, entumecimiento y dolor, principalmente en manos y pies. Afecta las funciones corporales, incluyendo la digestión, la circulación y la movilidad. Mariana empezó a rehabilitarse con ayuda de su hermano y de un fisioterapeuta, pero aún no puede regresar a trabajar; es maestra de preescolar. “He mejorado, pero no estoy al 100”, enfatiza.
La condición de salud posterior a Covid-19 no es fácil de diagnosticar. Hay quienes se han acostumbrado a vivir con fatiga, olfato limitado, alteraciones en el ciclo menstrual, dolores de cabeza e insomnio; otros más vieron surgir alergias o problemas gastrointestinales. Más de una decena de personas entrevistadas por este diario dan cuenta de médicos que minimizan los padecimientos, estudios que no muestran anomalías y, también, de las dificultades para obtener un diagnóstico cuando no se está afiliado a ningún servicio de salud, como 26.5% de los mexicanos, según el Inegi.
Miranda Ibarlucea, de 21 años, se contagió en agosto de 2020. Desde los primeros síntomas notó algo raro. Su tos estaba acompañada de sangre. El primer médico que vio fue de farmacia porque no tenía seguro médico; le dijo que sólo era una úlcera causada por estrés. Perdió más de 15 kilos, el cansancio la mantuvo en cama, comenzó a perder la audición y la fiebre no paró.
Para diciembre de aquel año, cuando la fiebre le provocaba alucinaciones, un médico privado descubrió que junto con el Covid contrajo tuberculosis. En ese proceso entró a estudiar a la UNAM, lo que permitió que tuviera seguro médico y pudiera llevar un tratamiento en el IMSS, la institución que atiende a seis de cada 10 mexicanos. Así fue que finalmente en enero de 2021 recibió el tratamiento adecuado, incluyendo tres operaciones. Sin embargo, al día de hoy no ha recuperado la audición del oído izquierdo.
La Secretaría de Salud (Ssa) y el IMSS apenas reconocen a 2 mil 87 personas con post-Covid en México, incluyendo a quienes padecieron síndrome inflamatorio multisistémico.
La información que las dependencias entregaron vía transparencia, junto a la que publica la Dirección General de Información de Salud, revela que sólo el IMSS contabilizó estos casos en 2020. El instituto detectó a 513 personas con afectaciones.
La Ssa, institución encargada de la gestión de la pandemia, comenzó a documentar a partir de 2021. Ese año registró en su sistema a mil 244, mientras que en los primeros cinco meses de 2022 asistió a 330. El ISSSTE, la Sedena y el Insabi dijeron no tener información sobre esto.
Los datos del gobierno federal muestran como focos rojos a los estados de Michoacán, Estado de México, Jalisco, Guanajuato y Tamaulipas. El 60% de las personas atendidas por estos padecimientos son hombres. Todos los grupos de edad son vulnerables. No se salvan niños ni adolescentes, tampoco adultos jóvenes, aunque las secuelas han afectado principalmente a personas mayores de 40 años.
Como ocurrió con la toma de muestras para detectar el virus —México se mantiene aún como uno de los países con menor número de pruebas realizadas; en 2020 tomó 39 por cada mil habitantes, actualmente son 115—, el gobierno mexicano ha dejado claro que no tiene interés por ubicar a quienes desarrollan problemas de salud tras un contagio.
“Siempre estuvimos en contra y seguiremos estando en contra de contar casos. Perdemos mucho tiempo en contar y nos tardamos en tomar buenas decisiones”, dice en entrevista el doctor Ricardo Cortés Alcalá, director general de Promoción de la Salud del gobierno de México.
Hasta el momento, reconoce, lo que promovió la Secretaría de Salud fue un acuerdo para que “personas expertas” analicen la evidencia científica internacional relacionada con secuelas y lo que ocurre en sus propias unidades de salud, con la finalidad de crear protocolos de atención. Sobre la estimación de personas en esta condición que señala la OMS, la Ssa no hizo comentarios. El IMSS tampoco respondió a la solicitud de entrevista.
Los enfermos postpandemia
En septiembre de 2020, autoridades de la OMS llegaron a un consenso para agregar nuevos códigos a la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), mismos que se utilizan para identificar los padecimientos que hay entre la población. Con su creación buscaban ubicar a las personas con condiciones de salud posteriores a Covid (U09), síndrome inflamatorio multisistémico (U10) y aquellos en quienes el contagio influyó en su estado actual de salud (U08).
A la par, la OMS hizo diversas reuniones virtuales con personal de salud de todo el mundo para compartir hallazgos relacionados con estas secuelas. Durante el diálogo virtual Ampliando nuestra comprensión de la condición posterior al Covid-19, en febrero de 2021, médicos como el profesor Daniel Altmann, de la Universidad Imperial de Londres, señalaron la importancia de armonizar los criterios de diagnóstico porque “este nuevo grupo de pacientes puede significar una carga importante para el sistema de salud”. Destacaron que una prueba negativa de Covid-19 no se traduce en recuperación.
En México hay una falta de diagnóstico para estos casos; también de armonización. Aunque el gobierno federal reconoce 2 mil 87 pacientes en el país, a nivel estatal hay otros datos. Este diario solicitó vía transparencia que las dependencias de salud en los 32 estados informaran sobre las secuelas detectadas en sus territorios. Aunque sólo 16 otorgaron información, reportaron conjuntamente un total de 2 mil 633 personas con secuelas, una cifra que supera a la del gobierno federal. Los estados con más prevalencia fueron Puebla, mil 25; Querétaro, 571; Michoacán, 456 y Baja California Sur, 150.
En Puebla, la Secretaría de Salud local halló pacientes con ansiedad, fatiga, dolores de cabeza crónicos y pérdida anormal de cabello. Además, encontró en ellos hipertensión, arritmias, insuficiencias cardíacas, dificultad respiratoria, dolor muscular, taquicardias, parálisis facial, problemas de raciocinio, disminución del rango del movimiento, entre otros. En contraste, el gobierno federal sólo reconoce 18 enfermos en este estado.
En Querétaro, comenzaron a catalogarlos como post-Covid y todos fueron atendidos en el Hospital General de Querétaro desde septiembre de 2020, que fue el principal espacio de atención de contagios. Según cuenta su director, Narciso Jaimes Gómez, en abril de 2021 abrieron un área de consulta externa para personas con secuelas. Primero, explica, eran pacientes postrados por más de 20 días que volvían tras el alta, pues desarrollaban otros problemas, pero después llegaron quienes no tuvieron Covid grave y, sin embargo, presentaban afectaciones en diversos órganos, principalmente problemas neurológicos, pulmonares, cardiovasculares y musculoesqueléticos. Aunque el estado reconoce 571 enfermos, a nivel federal, sólo hay 45 registrados.
“Esto es algo nuevo. Aún no tenemos criterios de diagnóstico bien establecidos. Pero hay una nueva representación de discapacidad que nos está dejando la pandemia, expone el especialista en medicina interna. Desde su perspectiva, cada entidad debe analizar las necesidades de sus pacientes para que se puedan generar protocolos de atención.
Baja California Sur reportó 150 pacientes en 2021, pero el gobierno federal reconoce 12. Zazil Flores Aldape, secretaria de Salud de este estado, refiere que están capacitando al personal médico para que puedan detectar los casos post-Covid, pero que no hay formularios que permitan estandarizar la información. Declara que no ha habido comunicación oficial con las autoridades federales para atender estas necesidades. “La comunicación ha sido entre colegas para poder compartir experiencias, colaboración para hacer mejores diagnósticos. Esto va a depender del conocimiento que adquiera cada uno de los médicos”, advierte.
Aquí han encontrado pacientes con dificultad respiratoria, dolor de pecho, taquicardias, palpitaciones, dolores de cabeza y afecciones neurológicas, incluyendo alteraciones en el gusto y el olfato.
En contraste, Michoacán es de los pocos territorios que reportó información estandarizada con la Federación. Las 456 personas con condición de salud posterior a Covid, que informó vía transparencia, forman parte de la base de datos nacional que acumula 519, según el último corte.
En medio de las cifras dispares, miles de personas buscan una explicación a su condición. En el puerto de Veracruz, Claudia, una niña de siete años pasó por Covid leve. Tenía apenas una ligera tos después de haber acudido de forma presencial al colegio. Se recuperó de Covid, pero tres semanas después sus manos se poblaron de ronchas rojas y la temperatura le subió por encima de los 38 grados.
El 9 de diciembre pasado entró a la Torre Pediátrica de Veracruz, donde la encontraron positiva a síndrome inflamatorio multisistémico asociado a Covid-19. Estuvo en terapia intensiva hasta que, 12 días más tarde, le dieron el alta. Actualmente, cada cinco semanas requiere estudios de sangre para comprobar su estabilidad, también se le monitorea el corazón para ver que los daños no se extiendan.
Hay otros casos que dan cuenta del impacto en la salud mental. La historia de Eumir Valverde, de 37 años, es un reflejo; 10 meses después de su contagio comía en casa con su mamá cuando inesperadamente sufrió un ataque de pánico. Tras recibir atención siquiátrica y sicológica fue diagnosticado con ansiedad y depresión relacionadas directamente con el contagio.
El doctor Cortés Alcalá, de la Ssa, es enfático al decir que la mayoría de las personas que se contagian de Covid no van a tener secuelas e insiste en que hacer una relación entre los nuevos padecimientos y el contagio “es de poca utilidad cuando se tiene la certeza de que se está tratando correctamente”. Mientras tanto, en México hay un subdiagnóstico de quienes viven esta realidad.
Los daños van más allá de las afectaciones a la salud. Hay consecuencias económicas por el gasto mensual en medicamentos, análisis y consultas. Otras son emocionales, producto de la frustración de no encontrar diagnósticos certeros. En la mayoría de los casos, se trata de vidas fragmentadas, pausadas en espera de la recuperación total.
“Pierdes todo de la noche a la mañana”, dice Javier, quien fue despedido de la fábrica en la que trabajaba como ingeniero textil, luego de que su esposa informó que había sido internado. Ahora, en medio del dolor producto del post-Covid, se esfuerza por emprender un taller de costura.
“No sé por qué no toman en cuenta las secuelas si es nuestra vida la que está en riesgo”, reflexiona Lizeth Zgaip.