Que el agua sea protagonista de los Objetivos de Desarrollo Sostenible pone de manifiesto la importancia que la comunidad internacional otorga a este recurso natural.

Los gobiernos, industrias, ciudades, comunidades, agentes económicos y organizaciones no gubernamentales, así como la propia sociedad civil, demandan cada vez más alternativas innovadoras y más efectivas en la gestión del agua.

Estos enfoques tienen en cuenta las diversas exigencias sobre los recursos hídricos, entre ellas la necesidad de mantener la sostenibilidad medioambiental y de garantizar que las necesidades de los miembros más vulnerables de la sociedad.

Para superar estos y otros retos mundiales antes de que sea demasiado tarde, situación que se daría en el año 2050 si ahorita no se toman las medidas necesarias, organizaciones como la OCDE y la ONU han emitido una serie de recomendaciones a seguir para todos los Estados nación del mundo.

De entre ellas destacan la creación de planes a largo plazo de gestión del agua, preferiblemente a nivel de cuenca fluvial o de acuífero, y, si procede, en un marco transfronterizo.

Dichos planes deben fomentar la gestión conjunta de las aguas superficiales y subterráneas y revisarse y actualizarse de forma periódica.

Promover la gestión conjunta de la cantidad y la calidad del líquido, así como poner especial  atención a las características hidromorfológicas y a la variabilidad temporal de las masas de agua, ya que afectan su cantidad y calidad, a los desastres asociados al agua y a los ecosistemas relacionados con el líquido vital.

También recomiendan combatir prácticas y dinámicas que afectan la disponibilidad, la demanda, la exposición y vulnerabilidad a los riesgos asociados al agua y que efectivamente reflejen sus consecuencias económicas, sociales y medioambientales en diferentes escalas.