El Senado de la República corrigió la plana a la Cámara de Diputados en lo referente al “plan B” de la reforma electoral impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador. La Cámara alta eliminó del dictamen varios cambios aprobados por San Lázaro que beneficiaban a los partidos aliados de Morena y que suponían una alteración al proyecto original enviado por Palacio Nacional. Las modificaciones provocaron la molestia de López Obrador, que pidió a su partido recular. La nueva minuta aprobada por el Senado esta noche será devuelta a la Cámara de Diputados. Morena, que también tiene mayoría allí, buscará sesionar este mismo jueves para acatar las modificaciones de la Cámara alta antes de que concluya el periodo ordinario de sesiones, este mismo 15 de diciembre.
Alguna vez una aceitada aplanadora legislativa, la mayoría oficialista batalló para reunir el voto mayoritario en el Senado debido a que el coordinador de Morena, Ricardo Monreal, que lleva semanas en la indefinición sobre su permanencia en el partido del presidente, votó en contra del plan del Gobierno con el argumento de que varios artículos violan la Constitución. Con los votos de sus aliados del Partido del Trabajo y el Partido Verde, Morena logró 69 votos para aprobar el dictamen. La oposición reunió 53 votos en contra, entre ellos el de Monreal, a quien aplaudieron su rechazo a la línea oficialista. “Aclaro que es un asunto estrictamente personal y no involucra al grupo parlamentario en el que participo. Es un asunto que me mueve a asumirlo con toda integridad y responsabilidad, incluyendo los desenlaces, las consecuencias, de lo que ello resulte. Así ha sido mi vida, pública y política. Nunca ha sido fácil para mí tomar decisiones”, dijo Monreal al anunciar su voto en contra. “A nadie debe extrañar que asumamos con integridad nuestros actos. No soy ingenuo y sé a lo que me enfrento. Lo único que quiero es que se respete la Constitución”.
Momentos antes de la votación, y ante el aviso de rebeldía de Monreal, varios senadores morenistas estaban inciertos sobre si alcanzarían la mayoría necesaria para cumplir la instrucción de Palacio Nacional. “Yo espero que sí se apruebe. A ver si lo hacen bien algunos compañeros que están indecisos”, dijo un legislador consultado por este diario. Al final se logró, pero la fractura entre Monreal y su bancada, entre el capitán y su tripulación, quedó aún más evidenciada. Tras la aprobación en lo general de la reforma, el pleno del Senado inició su discusión en lo particular, en una nueva ronda de intervenciones en la que varios legisladores –60, según el registro– propondrán a lo largo de la madrugada cambios a artículos específicos. Es previsible que la mayoría morenista impida nuevas modificaciones.
La Cámara de Diputados había incluido en el “plan B” del presidente que los partidos políticos pudieran conservar el registro aun sin haber logrado el 3% de la votación emitida, como establece la Constitución. También que, cuando los partidos participen en elecciones mediante coaliciones, puedan suscribir convenios que permitieran la transferencia de sufragios a los socios menos votados, a fin de que puedan salvar el registro. De igual modo, se había establecido que los partidos pudieran guardar los recursos públicos que no ejercieron durante el año fiscal (actualmente deben reintegrarlos a la Tesorería de la Federación). El Senado eliminó estas tres modificaciones, atendiendo la llamada de atención de Palacio Nacional, pero dejó subsistentes otros aspectos de la reforma que han despertado las críticas de la oposición y sectores sociales, como que se compacte la estructura del Instituto Nacional Electoral (INE), que se elimine el servicio profesional electoral –que perjudica a miles de trabajadores– o que se resten facultades a la autoridad para sancionar conductas de funcionarios públicos que vulneran la equidad de los comicios.
Varios legisladores de oposición vistieron una playera rosa, símbolo del movimiento “en defensa del INE”. La senadora Xóchitl Gálvez, del PAN, irrumpió en la sesión con un disfraz de dinosaurio y un cartel que decía “Jurassic plan”. El jefe político de Movimiento Ciudadano (MC), Dante Delgado, aplaudió el performance porque, acusó, el “plan B” oficialista es “regresivo y dinosáurico”. En los posicionamientos contra la reforma abundaron los calificativos de “autoritarismo”, “destrucción”, “regresión”, “traición”, “ruptura”, “fraude” y “deshonra”. “Esta reforma es un golpe de Estado en cámara lenta”, dijo el senador Emilio Álvarez Icaza, del Grupo Plural, que reúne a varios legisladores sin partido. “Da pie a los peores excesos que veníamos combatiendo, abre la puerta a la elección de Estado y a ese México autoritario de gobernantes que se atascan en el poder”, añadió.
El coordinador del PAN, Julen Rementería, dijo que este era “el peor día de la historia democrática del sexenio y del país”. El coordinador de MC, Clemente Castañeda, afirmó que el “plan B” era un “traje a la medida” para el estilo personal de gobernar de López Obrador. “Es una reforma que busca crear una nueva hegemonía política a través de la destrucción institucional”, dijo. El jefe del PRI, Miguel Ángel Osorio Chong, acusó a Morena de destruir en una semana un andamiaje electoral que costó construir 30 años. “Solo se hablan entre ustedes, se escuchan entre ustedes y se aplauden entre ustedes. Tienen una actitud facciosa”, acusó. Beatriz Paredes, también integrante del PRI, cuestionó que López Obrador, que cuando era opositor luchó contra gobiernos autoritarios, impulse ahora una reforma que favorece a su propio Gobierno. “El poder transforma y a veces revela la verdadera naturaleza”, resumió.
–No me vengan con que la democracia nació en el pesebre de la 4T –dijo en su turno Germán Martínez, excolaborador de López Obrador y hoy claramente distanciado de su proyecto.
–¡Aunque te duela, sí! –le respondieron desde los escaños del oficialismo.
Martínez dijo que la reforma no honra la historia democrática del país, y mencionó los nombres de varios activistas de izquierda y sus luchas políticas. “De prosperar este proyecto hoy, vamos a la caquistocracia, al gobierno de los cacos, de los peores”, definió.
Los morenistas y sus aliados se lanzaron a la defensa de la iniciativa presidencial. “Insistir en decir que ‘el INE no se toca’ es como decir que la corrupción no se toca”, dijo Gonzalo Yáñez, jefe de la bancada del Partido del Trabajo. El morenista Casimiro Méndez cantó: “¡El INE sí se toca, se retoca y se transforma!”. César Cravioto, también de Morena y quien encabeza al grupo disidente a Monreal, cuestionó las proclamas de la oposición sobre la democracia: a los panistas les recordó la elección de 2006, en la que López Obrador ha denunciado fraude; a los priistas les señaló las acusaciones de compra de votos en el sexenio de Enrique Peña Nieto, y a los emecistas les hizo notar que su jefe político, Dante Delgado, lleva en la dirigencia del partido dos décadas.
Cravioto mostró en la tribuna una caja de pañuelos desechables de una marca de Kimberly Clark, un conglomerado perteneciente a la familia de Claudio X. González, empresario opositor a López Obrador y artífice de la alianza Va por México entre el PRI, PAN y PRD. “Aquí les dejo un regalo que les manda su jefe Claudio X. González para que sigan con su telenovela, y por si alguien quiere llorar porque ‘vamos a acabar con la democracia’, aquí hay muchos Kleenex para que se limpien las lágrimas”, dijo. El morenista sacó varios pañuelos y los arrojó hacia los escaños de la oposición. La senadora Lilly Téllez, del PAN, le exigió levantar “el cochinero” de papeles. Cravioto se negó. Mientras ambos alegaban, un priista, el sinaloense Mario Zamora, se levantó de su asiento, caminó a la tribuna, se agachó y recogió la basura.