Andrés Roemer, acusado de violación y prófugo de la justicia mexicana, no para de tuitear. Desde su refugio en Israel, país al que se ha solicitado su extradición, el antaño comunicador exitoso, exembajador y escritor, no se mantiene en silencio, como ocurrió meses atrás cuando se desató el escándalo a partir de la confesión de más de 60 mujeres abusadas o manoseadas en la peculiar guarida de su casa y canceló la cuenta del pájaro azul. Sus tuit o retuits se dirigen a criticar las supuestas denuncias falsas que sufren los hombres, pero también a situarse como un luchador que ha pasado por lo peor y aprendido a ser fuerte. Y no solo eso, su defensa logra éxitos: Roemer ha conseguido en este tiempo más de 30 amparos en la justicia mexicana y ha demandado a las víctimas por daño moral que ha afectado a su honra, imagen y trabajo, explica una de las abogadas que defiende a las mujeres, Diana Murrieta.
“Seguimos igual que hace un año, con las cinco órdenes de aprehensión que se dictaron y las solicitudes de extradición por delitos varios, algunos de violación. Sin embargo, en los amparos que él ha conseguido alega que se ha vulnerado su acceso a la justicia porque no conoce las carpetas de investigación abiertas en su contra y dice que no puede nombrar a la abogada”, explica Murrieta. “Dice que no se le puede decir abusador sexual si no ha sido sentenciado. Claro, es que huyó de la justicia antes de esa orden. Está jugando con la inteligencia de los jueces”. Roemer ha denunciado a la autora del libro El Roedor, Heidi Putscher, quien también denunció abusos por parte del comunicador, y a otras víctimas. También ha demandado a las asociaciones que se han encargado de estas denuncias, como Nosotras para ellas, desde la que Murrieta lleva parte de la defensa de las agredidas.
En febrero de 2021, la bailarina Itzel Schnaas grabó un video en el que contaba lo que le había ocurrido en el sótano de la casa de Roemer, en una céntrica plaza de la ciudad de México, donde trasladaba a muchas jóvenes bajo falsas promesas de empleo y otras argucias. Pronto otras se vieron reflejadas en aquellos abusos y tocamientos y se hizo toda una bola de nieve en las redes sociales. Este periódico contactó con varias víctimas que explicaron el proceder del prestigioso profesor y divulgador científico. A muchas de ellas las contactaba en la Ciudad de las Ideas, un festival que se celebraba en Puebla para detectar a mentes brillantes entre la juventud. Aún hoy habla de ello en sus tuits. Pero era en su casa de la capital donde las trasladaba al sótano en el que había una pantalla de cine, un sofá, copas, luces suaves. Algunas lograban zafarse de sus pretensiones sexuales, pero otras no tuvieron la misma suerte y denunciaron violación.
El asunto consiguió escalar hasta la Fiscalía, pero no alcanza grandes resultados por ahora, al menos para las denunciantes. “No tengo quejas con la Fiscalía, creo que el asunto está fallando más en la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde no sé si hay omisiones a la hora de pedir la extradición o que no tienen capacidad para ello”, dice Murrieta. “Nos está ganando el tiempo y ya sabemos que si Roemer tiene tiempo tiene recursos”.
De más de 100 mujeres que lo acusaron de abusos sexuales en mayor o menor grado, un puñado de ellas fueron a la Fiscalía y cinco consiguieron una orden de aprehensión contra él, pero ya había abandonado México y de poco sirvieron la Interpol y mucho menos las solicitudes que víctimas y Gobierno le hicieron a un país con el que no tienen convenios para ello. En primavera, Roemer grabó un video en que se evidenciaba que había conseguido información de las carpetas abiertas en la fiscalía de sus víctimas, algunas anónimas a las que citó con nombre y apellidos. Hoy, aquellas mujeres se preguntan “cómo un prófugo de la justicia consigue esa información y cómo logra amparos que le han permitido incorporar pruebas para su defensa desde el exterior del país. Ha habido faltas al debido proceso”, critica Itzel Schnaas, la bailarina que destapó todo el escándalo y motivó a otras a dejar sus propias denuncias, algunas de la cuales se remontaban a abusos sucedidos muchos años atrás.
La abogada Murrieta explica que el amparo es una figura legal muy noble en México. Con una firma electrónica puede garantizar los derechos fundamentales a cualquiera. “La viabilidad de esos amparos dependerá del juez”. “El modus operandi de Roemer es ir poco a poco, ir viendo qué le funciona. Ahora se decanta por denunciar daño moral para silenciar a las víctimas”.
La bailarina Schnaas si dirige sus críticas a las instituciones méxicanas a quienes exige protección para las víctimas. “Se las está poniendo en riesgo, exigimos protección para ellas y sus familias y el Estado mexicano debe responder cómo un prófugo logra amparos e incorporar pruebas a su expediente. Ahora se trata de quitar a Andrés del centro, solo nos sirve como miserable personaje para ir contra el Estado mexicano”, señala Schnaas. El delito que ella quiere denunciar ha prescrito, de ahí una de sus reivindicaciones fundamentales: que los abusos sexuales no prescriban. “Queremos denunciar, pero encontramos esas trabas”.
Mientras, al otro lado del mundo, refugiado en Israel, lo mismo que otros perseguidos por la justicia mexicana, como Tomás Zerón, acusado de torturas en el caso Ayotzinapa, Roemer se dedica a tuitear. El apoyo del Gobierno mexicano a la investigación de Naciones Unidas de crímenes contra palestinos incomodó el año pasado. La extradición de Zerón se negó entonces. Después se han hecho otros intentos sólidos, pero todo sigue igual.
El comunicador y exdiplomático retuitea a su cuate Ricardo Salinas Pliego, también usuario fiel del Twitter, y a cualquiera cuyos mensajes abonan su causa, cuando no recomienda lecturas o suelta discursos morales y políticos sobre el bien y el mal en el mundo. Se sitúa con su apoyo en la red social al lado de organizaciones que defienden la verdad y la justicia. “Yo creo que, acusando al Estado de México, diciéndose víctima de un proceso injusto, busca la complicidad del Estado de Israel para no ser extraditado”, dice Schnaas. Y añade: “Pero no vamos a entrar en ese juego mediático, esto no se resuelve en la opinión pública ni desde un post en Twitter”.