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Así se vive la desigualdad en México

En México la desigualdad es grande pero escurridiza. Los ricos viven en espacios separados, cerrados y aislados. Su México es un gueto protegido por seguridad privada donde sus niños se conocen en las mismas escuelas privadas y sus ancianos son velados en las mismas funerarias.

Así, aunque México es uno de los países más desiguales del mundo, las personas rara vez experimentan esta desigualdad.

Los ricos no saben cómo viven los pobres porque no los conocen. La clase alta mexicana habita en un territorio estimado de 1.467 kilómetros cuadrados que representa apenas el 0.07% del territorio nacional. La mayor parte de ese territorio esta bardeado. Desde ahí, controlan el 47% de la riqueza del país. Por eso en algunas escuelas de alto poder adquisitivo realizan excursiones a áreas pobres para que los estudiantes “se acerquen a gentes muy diferentes de las que ellos están acostumbrados”, explica Ramón Leucona, profesor de la Universidad de Anáhuac de Ciudad de México. “Ese acercamiento los sensibiliza para que cuando sean adultos tengan mayor conciencia de cómo viven otras personas en este país, cosas que de otra forma no se darían cuenta”.

Algunas personas de bajo poder adquisitivo visitan vecindarios de clase alta para trabajar, pero con frecuencia no dimensionan la extensión de la riqueza que observan. De hecho, si al mexicano promedio se le pregunta qué ingreso ganan los ricos, su respuesta sería 38.000 pesos mensuales (unos 1.900 dólares) de acuerdo con un estudio realizado por Raymundo Campos-Vázquez y Alice Krozer, profesores del Colegio de México. La realidad es que los hogares ricos ganan 37 veces más que eso.

Hay un puñado de lugares en México donde la desigualdad sí se observa, pero encontrarlos es como buscar en un pajar. Para entender cómo se vive a ambos extremos, EL PAÍS buscó los casos de desigualdad más estridente: vecindarios de poder adquisitivo muy dispar que son colindantes o que se encuentran muy cercanos.

De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, una persona no es pobre por ingreso cuando gana más de 4,200 pesos mexicanos al mes (unos 210 dólares)

Para ello se analizaron docenas de variables socioeconómicas y su distribución a lo largo del territorio mexicano. Se revisaron datos de 45.000 áreas geográficas y de 94.000 colindancias entre vecindarios, datos que regularmente están a disposición de académicos o analistas pero que rara vez se presentan al público como la cantidad de viviendas que poseen seguros médicos privados, que se encuentran suscritas a servicios de entretenimiento por internet y la densidad poblacional de los hogares.

Las diferencias en algunas de estas zonas de desigualdad extrema son tan abismales que parecen un transporte en el tiempo. Los vecindarios pobres tienen el nivel educativo que México tenía hace 10 años. Los de clase alta el que tendrá en 123 años. Caminar unas cuadras es como viajar entre continentes enteros. Como transitar de las tasas de acceso a internet de Holanda, en los vecindarios ricos, a las de Haití en los pobres. De un lado de la calle las computadoras per cápita que tiene Francia. Del otro, las de Guatemala.


Vianey y José Manuel Chávez, en su casa en la colonia Sexto Ayuntamiento en Ensenada, Baja California, México.Foto: Mónica González (El País) | Vídeo: EPV

La metodología utilizada para identificar desigualdades entre áreas geográficas colindantes (ver en detalle más abajo) fue revisada por tres especialistas en desigualdad. Todos estuvieron de acuerdo, en términos generales, con la estimación realizada. Diego Castañeda, de la Universidad Uppsala, propuso agregar el valor de las propiedades para mejorar la identificación de barrios ricos, pero estos valores no están disponibles para todos los vecindarios al nivel de desagregación requerido. Alice Krozer y Raymundo Campos-Vázquez, profesores del Colegio de México, proveyeron de comentarios sobre la validez de la metodología.

En México la capacidad de consumo está asombrosamente concentrada. Por ejemplo, en un área de 0.7 kilómetros cuadrados de Nuevo Polanco hay más subscripciones a televisión digital que en 50 kilómetros cuadrados de la Ciudad de México. Y en un área de apenas cinco kilómetros cuadrados de Zapopan hay más seguros médicos privados que en 182 kilómetros cuadrados del Estado de Jalisco.

Los ricos mexicanos han aprendido a vivir aislados. Los vecindarios de clase alta rara vez colindan con pobres. Los ricos tienden a estar rodeados de clases medias altas y los pobres de clases medias bajas. Por eso, la desigualdad en México se vive como un gradiente y no como una discontinuidad.

De hecho, el 93% de los vecindarios mexicanos se encuentran a lado de vecindarios que se parecen mucho a ellos.

Por ejemplo, si el ingreso de tu hogar es de 223.000 pesos mexicanos al mes (unos 11.500 dólares), será muy difícil que tengas vecinos que ganen menos de 25.000 pesos (unos 1.300 dólares). En cambio, si el ingreso de tu hogar es de 3.000 pesos (150 dólares), será difícil que tus vecinos ganen más de 9.000 (450 dólares). Y si nos enfocamos solo en los vecindarios ricos, nos daremos cuenta de que solo el 1% de ellos se encuentra a lado de un vecindario que es pobre: esto representa el 0.02% del territorio nacional.

El equipo de EL PAÍS México fotografió partes de ese 0.2% y esto fue lo que encontró.

I. La matrioshka

La historia que los ricos se cuentan a sí mismos en los rincones de más alta desigualdad de México siempre es la misma: el Gobierno es incapaz de brindarnos la seguridad que necesitamos y por ello hemos tenido que tomar el problema en nuestras manos y protegernos de los delincuentes que viven “allá fuera”.

El resultado es muros. Siempre que de un lado hay un vecindario de clase alta y del otro uno de clase baja, los primeros viven amurallados. Concreto de varios metros de altura, seguridad privada y alambres eléctricos rodean a los ricos.

En México el miedo se ha vuelto un negocio multimillonario. El gasto en seguridad privada en el país es de 1.7 puntos del PIB, lo que representa siete veces más que el gasto en seguridad pública federal. Cada dos horas y media alguien compra un auto blindado y en Nuevo León, uno de los Estados más ricos de México, hay ocho veces más guardias de seguridad privados que policías y agentes de tránsito.

Fuentes del Pedregal es una de esas colonias ricas de Ciudad de México donde las inversiones de miedo se han descontrolado. Una barda de varios metros de altura separa las casas del Pedregal de las de Popular Santa Teresa, el vecindario colindante de bajo nivel socioeconómico. De un lado y del otro la vida es muy distinta.

  Fuentes del pedregal Popular Santa Teresa
Viviendas con cisterna 94% 50%
Ocupantes por vivienda como en Canadá Kenya
Viviendas con TVs de paga como México en 2046 Hoy

Fuente: elaboración propia con datos del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas y la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares de INEGI (2021). EL PAÍS

Con tales diferencias hay muy pocas viviendas del lado rico que, además de grandes bardas, no tenga púas, cables electrificados o plumas para impedir el paso de extraños. En el Pedregal hay privadas dentro de privadas y murallas que protegen casas amuralladas. Los ricos mexicanos viven como la muñeca más chica de una matrioshka, empequeñecidos por su miedo y rodeados de capas y capas de seguridad privada para atenuarlo.

Pero fuera de la matrioshka la gente sabe que no hay barda que detenga los efectos de la desigualdad extrema. Los vecinos de Popular Santa Teresa dicen que están habituados a que los vean como “los maleantes”, pero que los sonidos de las alarmas siempre llegan del otro lado, al igual que los disparos que solían escucharse en la zona rica antes de la pandemia.

En efecto: no importa cuánto se amurallen, los datos oficiales muestran que la tasa de victimización por cada cien mil habitantes es casi cinco veces superior en Fuentes del Pedregal que en Popular Santa Teresa. En los últimos cuatro años, las tasas de robo a transeúntes en la vía pública son 449% más elevadas del lado rico que del lado pobre. En Pedregal se han reportado 200 robos en la vía pública por cada cien mil personas, mientras que en Santa Teresa solo 36.

Cabe la posibilidad de que Pedregal aparente tener más delitos porque su cifra negra sea más baja. “La diferencia más grande entre Pedregal y Popular es la voluntad de denunciar”, asegura Eduardo González, residente de Pedregal: “Acá se denuncia para cobrar un seguro”. Sin embargo, esta no es la única ni la principal razón.

Como ha mostrado el trabajo de Neil Metz, profesor de la Universidad Central de Oklahoma, en los ambientes de desigualdad extrema no hay dinero que alcance para comprar la paz, sobre todo para los más ricos. “A medida que aumenta la brecha de ingresos entre vecindarios, los delitos contra la propiedad en el vecindario más rico aumentan”, explica Metz. Esto se debe a que, como otros trabajos académicos han argumentado, la desigualdad genera aislamiento social y poca integración entre vecinos. Cuando los vecinos se desconocen, el control social y la vigilancia que puede existir sobre un territorio aumenta. La desigualdad genera abismos de desconfianza y miedo que, irónicamente, incrementan la probabilidad de que el crimen aumente, creando un espiral de miedo.

Cuando los vecinos no se conocen, la inseguridad aumenta y también aumenta la necesidad de resolver el problema. Pero sin una solución a la seguridad pública que provenga del Estado, las soluciones privadas son todas muy imperfectas.

A la hora de la verdad, los gastos millonarios en seguridad privada no sirven de nada. La mayor parte de los robos en Pedregal se dan adentro de las privadas porque los vigilantes contratados no están bien entrenados. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, el sueldo promedio mensual de un cuidador privado es de $4,610 pesos (unos 235 dólares), a pesar de que trabajan en promedio 61 horas a la semana. Cuando lo robos a una casa habitación ocurren los vecinos se asustan, se quejan, corren a la agencia que les proveyó a los guardias y contratan una distinta. Pero el resultado es el mismo porque no hay dinero que alcance para sustituir al Estado.

Del otro lado de la barda, en Popular Santa Teresa, al igual que en muchos vecindarios, echarse la mano se convierte en la única forma de seguridad para las personas en vulnerabilidad. Como ha demostrado el profesor Brian Phillips de la Universidad de Essex, la desigualdad aumenta significativamente la probabilidad de que surjan autodefensas contra la delincuencia, “porque los ciudadanos de bajo ingreso se sienten relativamente inseguros en comparación con los vecindarios más ricos que tienen acceso a seguridad privada”. Las autodefensas son una forma en la que los ciudadanos pobres mitigan la brecha de seguridad. De hecho, de acuerdo con sus estudios, “no hay una sola variable que tenga un mayor impacto en el surgimiento de autodefensas que la desigualdad”.

El fenómeno de Fuentes del Pedregal y Popular Santa Teresa se repite en todo México. Las colonias ricas invierten en seguridad privada sin poder contener el delito. De acuerdo con los datos oficiales de la Fiscalía General de Justicia de Ciudad de México, en las 21 colonias más ricas de la capital se reportan 3.611 robos por cada cien mil habitantes. En cambio, entre las 449 colonias más pobres de la ciudad, la tasa es de solo 791 por cada cien mil. En vecindarios ricos suceden más robos en la vía pública, más robos a negocios con violencia y más robos de vehículos que en vecindarios pobres.

Pero todo miedo encuentra su némesis y en el caso de Pedregal el límite ha sido su propia comodidad. Por eso, en medio de la gruesa muralla y en una irónica violación de la supuesta seguridad del lugar se ha creado un puente para que crucen trabajadores, choferes y cocineras de Popular a sus trabajos en Pedregal. El puente no tiene ventanas y en cada entrada tiene una puerta grande de metal que antes se cerraba, pero ahora por comodidad se deja abierto toda la noche. De un lado del puente y del otro muchas cosas cambian pero una no: el miedo con el que cada quien lidia de manera muy distinta.

II. Pez grande, pez más grande

En Playa del Carmen, a ricos y pobres les dijeron la misma mentira: les prometieron la venta de un terreno donde podrían construir su casa. De un lado, a Víctor Manuel Rivera, trabajador de la construcción, le vendieron un terreno económico para construir su casa. Del otro, a Ana Isabel Torres, abogada, le ofrecieron un terreno donde podría construir una villa privada con acabados mediterráneos, acceso privilegiado al mar y un campo de golf exclusivo.

A ninguno le cumplieron. “Vine aquí a tratar de hacer una vida mejor, construir algo”, dice Víctor Manuel, quien llegó hace diez años y todavía no tiene drenaje. Resultó que el terreno que adquirió le pertenecía a la Comisión Federal de Electricidad para el paso de las torres de alta tensión. Así nació Las torres, un asentamiento informal que se extiende por más de seis kilómetros y en el que viven 576 familias sin servicios básicos. En efecto, el 94% no recibe agua entubada en la vivienda y 99% no tiene línea telefónica. Hoy Las torres se ve como una larga cicatriz de casas de cartón y lámina que sigue el tendedero de cables de alta tensión. Entrar a las partes más profundas supone caminar varios minutos por la selva.

A Ana Isabel tampoco le cumplieron. “Terminó sin parecerse a esto”, dice, mientras mira un brochure de lo que se supondría que sería su vecindario. Resultó que el terreno que compró en dólares en realidad terminaría sobrepoblado y sin acceso a la playa. Grandes inversionistas con cambios de suelo de dudosa legalidad construyeron condominios masivos en áreas que eran reservas ecológicas, hoteles internacionales privatizaron los accesos a la playa y el adoquinado de las calles terminó roto por los camiones que llevan turistas a los complejos instalados en la zona. Hoy, la mayor parte de Playacar es una especie de Disneylandia de rentas temporales y Airbnbs. Todavía hay un puñado de mansiones prístinas frente al mar, “pero eso es en la zona más cara de aquí, donde nosotros no podíamos comprar”, explica Ana Isabel. La zona se llama Playacar fase 1.

Entre Las torres y Playacar hay tres kilómetros de distancia, pero transportarse de un vecindario al otro es como cruzar el espectro socioeconómico del país entero.

  Playacar Las Torres
Viviendas con Netflix o similares 95% 0%
Viviendas con acceso a internet Dinamarca Congo
Viviendas con computadora como México en 2049 1995

Fuente: elaboración propia con datos del Banco Mundial y la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares del INEGI (2021). EL PAÍS

Vivir en ambientes de desigualdad extrema en como habitar un acuario pequeño donde siempre hay un pez mucho más grande que tú listo para comerte. Un pez grande se come al chico solo para darse cuenta de que un pez más grande está a punto de devorarlo. La cadena se repite creando angustias colectivas y sucesiones de abusos en línea.

Playa del Carmen es el ejemplo perfecto del fenómeno de pez grande y pez más grande. Salvo un puñado de ultrarricos, casi nadie ha podido escapar de constructoras o líderes que, a todo nivel de ingreso, abusan de quien desee tener un terreno propio. De un lado, hay constructoras que hacen fraudes para aumentar sus ganancias de por sí millonarias. “Compran o permutan terrenos que eran públicos para construir. Sobredensifican. Se declaran en quiebra. Todo está armando para ser un fraude” dice Gabriela López, senadora de Quintana Roo. Del otro, líderes traen gente de comunidades pobres a trabajar por salarios que son superiores a lo que ganaban antes pero que todavía no les permite hacerse de una vivienda digna. “Los ubican a las orillas. Permanecen así hasta que un político los ayuda. Toda la zona turística se fue formando por invasiones y poco a poco se fueron regularizando”, señala López.


Aspectos de la colonia Las Torres en Playa del Carmen, México.Foto: Mónica González (El País) | Vídeo: EPV

La extrema desigualdad debilita las instituciones al facilitar que unos pocos acumulen influencia para torcer las reglas a su favor. Toda ley es flexible si se cuenta con suficiente dinero para violarla, ampararse, cabildear un cambio en el congreso o patrocinar una campaña política. El resultado es un acuario revuelto con peces devorándose unos a otros ante un Estado que sistemáticamente permite el abuso del grande.

El problema de que todos se rasquen con sus propias uñas es que los más ricos siempre tienen uñas más largas. Así, la solución para evitar carencias en Playacar ha sido privatizar casi todo. Además de seguridad privada, el vecindario cuenta con sistemas privados de recolección de basura, tratamiento de aguas, riego, poda, escuelas y hospitales privados. Para Las torres no hay soluciones.

Esta situación se replica en todo México. Quien puede, compra bienestar con su bolsillo. Por ello la provisión de servicios privados es un negocio millonario con dos veces más hospitales privados que públicos y 92.000 médicos privados. Entre los hogares más ricos de México, la educación y los servicios de salud privados son muy populares. Entre los ricos el 70% va a la escuela privada y el 59% a hospitales privados.

Para los más pobres la alternativa es la carencia. En los vecindarios pobres de México se concentra el 51% de las viviendas con letrina, el 48% de las viviendas sin drenaje, el 42% de las viviendas sin agua entubada y el 42% de las viviendas sin energía eléctrica.

En Playa del Carmen la situación se exacerba porque la población ha explotado. El municipio de Solidaridad, donde se encuentra Playacar y Las torres, nació en 1993 y desde entonces su población se ha undecuplicado: pasó de tener 29.000 habitantes a mediados de los noventa a 334.000 el día de hoy. Esto es un crecimiento 23 veces más rápido que el resto del país.

La atracción migratoria que ha generado Playa Del Carmen requería de un proyecto de planeación urbana para resolver las necesidades de vivienda de trabajadores, turistas y empresarios. Pero ese plan nunca llegó. El primer programa de desarrollo urbano fue publicado en 2010, momento en el cual la población del municipio ya se había sextuplicado. Desde entonces, salvo modificaciones puntuales, no se ha creado un nuevo plan a pesar de que la población se ha duplicado.

Sin un plan público, la provisión de servicios privados no salva a las clases altas del abuso porque, incluso entre los ricos, hay niveles. Nuestras clases altas son enormemente dispares entre sí. De hecho, si las familias del 10% más rico de México vivieran todas en una misma isla, esa isla sería el país más desigual del mundo, una distopía similar a Sudáfrica. Entre las clases altas hay familias con un ingreso de 47.000 pesos al mes (menos de 2.500 dólares) y Carlos Slim, con una fortuna estimada de 81 mil millones de dólares. Así, una familia del 0.1%, con un ingreso mensual promedio de 9.4 millones de pesos al mes, tiene un poder enormemente superior al de alguien del 10%, que tiene solo 223.000 al mes.

De un lado, megainversiones turísticas internacionales han abusado de los vecinos de Playacar obligándolos a pagar para acceder a la playa a través de clubes, cuando por ley el acceso a la playa debería estar abierto. Los colonos tienen que rodear el vecindario completo para escabullirse a la playa a través de una zona arqueológica o pagarles a los hoteles para que los dejen usar sus instalaciones. Los desarrolladores privados y grandes hoteles han hecho del fraccionamiento su juguete, aumentando la densidad habitacional a tal grado que la planta de tratamiento de aguas ya no da abasto. Por eso en las mañanas las casas se llenan de olores fétidos. Por supuesto, para un puñado de residentes de Playacar, no hay preocupación alguna. Las casas más caras, frente al mar, están desocupadas la mayor parte del año y tienen la brisa del mar para alejar los olores.

Del otro lado, en Las torres, el olvido es tan profundo que la colonia ni siquiera aparece en los mapas oficiales del municipio. Resolver la situación de sus habitantes requeriría que los tres niveles de gobierno colaboraran en reubicarlos. En 2018 se consideró hacerlo porque el asentamiento interfería con el trazado del Tren Maya. Con rapidez, el Gobierno estatal encontró forma de donar un terreno de 10 hectáreas y la federación se comprometió a dar recursos para habilitarle servicios básicos por medio del Plan de Mejoramiento Urbano. La esperanza se esfumó cuando el trazo del tren cambió. La federación retiró la oferta de apoyo y Las torres volvió al olvido.

De un lado del y del otro muchas cosas cambian pero una no: el pez grande siempre se come al chico.

III. El limbo

Decía Dante Alighieri que el limbo era el primer círculo del infierno: un lugar de personas condenadas al castigo de por siempre desear su salvación. En México el limbo es vivir en El Salado, un territorio al que las leyes locales han condenado al castigo de no pertenecer a ningún municipio y por tanto solo desear, y nunca obtener, servicios públicos básicos.

Los municipios de Acolman y Ecatepec se disputan El Salado como parte de un territorio de 469 hectáreas que nadie sabe a quién pertenece. Ahí viven 29.000 personas que carecen de servicios básicos debido a que no hay claridad respecto de los límites territoriales, y por tanto tampoco sobre qué autoridad es responsable de proveérselos. Hace 20 años se dictaminó que pertenecían a Acolman. Hace 90 años a Ecatepec. Nadie ha hecho nada.

El Salado sufre de niveles de pobreza estremecedores. Ubicado a tan solo unas cuadras de restaurantes y tiendas departamentales de lujo, entrar a El Salado es como cambiar de dimensión. Los habitantes no solo carecen de agua, drenaje y pavimentación, sino que se inundan con aguas negras cuando llueve. El olor es tan intenso que cuesta trabajo respirar. “Parecemos puercos aquí en el lodo”, dice Juanita Martínez Moreira, que trabaja haciendo la limpieza de una tienda Movistar y camina usando botas de hule hasta las rodillas. Su nieto sufre de constantes alergias en la piel debido a la suciedad del ambiente. A unas cuadras hay un centro de salud, pero “es solo un cascarón”. El gobierno lo construyó pero no lo equipó: “Ahí solo trabajan cuatro médicos voluntarios”.

El problema real, sin embargo, no es tanto uno de jurisdicción o de falta de recursos, sino uno de ambición política: El Salado representa muchos votos. “El problema de delimitación existe porque los políticos locales ven a la gente de ahí como una mina de votos”, dice Daniel Sibaja, diputado local del Estado de México. El territorio en disputa cuenta con 20.000 votos de gente bien movilizada y disciplinada que ha probado ser capaz de votar en bloque por cualquier partido que prometa mejoras marginales en su calidad de vida.

Una cantidad de 20.000 votos es palabra mayor. El actual presidente municipal de Acolman ganó gracias a una diferencia de 4.486 votos. El de Ecatepec con 114.000. Para Ecatepec, el voto del territorio en disputa también es significativo porque el municipio está perdiendo población. En los últimos cinco años el municipio ha perdido 32.000 habitantes.

Los vecinos de El Salado saben que son carne de cañón electoral. “Nada más servimos para el voto, para que gane cualquiera. Ahora ofrecen hasta mil, mil quinientos pesos por voto, pero de qué nos sirven”, se pregunta Juanita. En una inundación ella perdió su refrigerador, una moto y ropa. Sin embargo, hay pocas cosas que puedan hacer. Sin una definición territorial no hay a quién hacerle llegar quejas. Están en el limbo.


Un ciudadano cruza el puente que divide la colonia Popular Santa Teresa de la colonia Fuentes del Pedregal al sur de la Ciudad de México.Foto: Rodrigo Oropeza (El País) | Vídeo: EPV

Pensaron que Morena sería la solución a sus problemas, pero cuando llegó al poder solo recibieron excusas. Miembros de Antorcha Campesina, un grupo movilizado al interior del área en disputa, han denunciado que primero se justificaron con el argumento de que los gobiernos anteriores habían dejado a los municipios en quiebra y, después, cuando no pudieron responder, comenzaron a intimidar a los difusores.

“Claro que se les podría dar un drenaje, la prueba es que a unos metros todo se arregla”, asegura Sibaja. A unos cuantos pasos de El Salado todo cambia. Las Américas es un vecindario de clase media con algunas casas estilo suburbio americano con jardines bien cuidados. Otras casas, la mayoría, son de clase media baja, pero aun así, a diferencia de El Salado, todas tienen servicios básicos.

  Las Américas El Salado
Viviendas con microondas 90% 30%
Viviendas con computadora Austria Honduras
Viviendas con internet como México en 2028 2013

Fuente: elaboración propia con datos de OCDE, Latinbarómetro y la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares del INEGI (2021). EL PAÍS

“Podría decirse que las Américas es la colonia más fresa de Ecatepec”, estima Miguel Ángel Juárez, empresario que vive en el vecindario que considera “una burguesía inmobiliaria”. Él conoce bien El Salado, pero confiesa que sus vecinos de Las Américas no irían allá pues “tienen un estigma de que de allá vienen a atracarnos, pero si tuviéramos tanto pues la verdad tampoco viviríamos aquí”. En efecto, Las Américas es la colonia con mayor poder adquisitivo de Ecatepec, pero no por eso puede considerarse una colonia de ricos. A diferencia de las colonias ricas de Ciudad de México, en Las Américas existen carencias importantes.

Ni Las Américas ni El Salado debieron nunca construirse. Las colonias se encuentran asentadas en un terreno donde se producía sosa cáustica que quedó contaminado con plomo y arsénico en niveles que ponen en riesgo la salud humana. Múltiples expertos y hasta relatores de la ONU han expresado su preocupación pues los elementos químicos pueden causar cáncer pulmonar, envenenamiento agudo y afecciones renales.

El permiso de construcción para Las Américas se otorgó durante el gobierno de Arturo Montiel bajo la condición de que la constructora limpiara el terreno. La limpieza no solo no sucedió, sino que se utilizó material del subsuelo para construir los cimientos de las casas. La construcción avanzó durante el periodo de Eruviel Ávila y Enrique Peña Nieto. Hace más de diez años se abrió un expediente penal por colonos de Las Américas, pero los agraviados quedaron en el limbo por, supuestamente, no haber acreditado el cuerpo del delito.

De un lado del y del otro, el limbo.

Metodología utilizada

Términos claves:

Vecindario. Área Geoestadística Básica (AGEB) urbana. Una AGEB es la unidad geográfica básica que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) que se define como En México existen 64 mil AGEBs urbanas definidas como “un conjunto de manzanas […] perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo sea principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, sólo se asignan al interior de las localidades urbanas”.

Ricos. Hogares del 1% más rico del país, su ingreso promedio es de 1.4 millones de pesos por hogar (ingreso ajustado por cuentas nacionales con base en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en Hogares (ENIGH) 2020 siguiendo metodología de Consejo de Evaluación de la Ciudad de México).

Clase alta se utiliza para hacer referencia a los hogares del 10% más rico del país, su ingreso promedio es de 223 mil pesos por hogar (ingreso ajustado por cuentas nacionales con base en la ENIGH 2020 siguiendo metodología de Consejo de Evaluación de la Ciudad de México).

Análisis:

El algoritmo desarrollado para este análisis crea una medida de alto y bajo nivel socioeconómico para cada AGEB de por lo menos 30 habitantes por kilómetro cuadrado. Posteriormente, se identifica a las AGEBs vecinas (colindantes geográficamente en al menos una de sus fronteras) que son más desiguales entre sí (cuyo indicador de riqueza y pobreza tiene mayor disparidad). Con datos del Censo de Población y Vivienda 2020, se mide alto nivel socioeconómico con ventiles de las variables: porcentaje de personas afiliadas a servicios de salud privados; porcentaje de personas de entre 18-24 que van a la escuela; grado promedio de escolaridad; porcentaje de viviendas con internet; porcentaje de viviendas con auto o camioneta; porcentaje de viviendas con pc, laptop o tablet; porcentaje de viviendas con servicios de televisión o streaming de pago por internet; porcentaje de viviendas con videojuegos; promedio de ocupantes por cuarto (menor a mayor).

Y se mide bajo nivel socioeconómico con ventiles de: porcentaje de población analfabeta mayor de 15 años; porcentaje de población con primaria incompleta mayor de 15 años; porcentaje de viviendas sin agua entubada; porcentaje de viviendas sin drenaje; porcentaje de viviendas sin electricidad; porcentaje de viviendas con piso de tierra; promedio de ocupantes por cuarto (mayor a menor).

Para más detalle, el código y metodología se encuentra disponible en el GitHub de la autora.

Créditos

Coordinación general: Javier Lafuente, Eliezer Budasoff

Edición: Eliezer Budasoff

Edición visual: Héctor Guerrero

Análisis de datos: Néstor de Buen, Lorenzo León, Viridiana Ríos

Fotografía: Mónica González, Rodrigo Oropeza

Gráficos: Rodrigo Silva Martínez

Edición de video Carolina Mejía 

Diseño y Maquetación: Alfredo García

Ámbito: 
Nacional
Tema/Categoría: