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Cómo Putin ha desatado la guerra más global desde 1945


El día 24 de febrero de 2022, antes de que amaneciera en Kiev y Moscú, Vladímir Putin anunció en un discurso televisado el inicio de la invasión a gran escala de las fuerzas rusas en Ucrania. Decenas de miles de soldados rusos penetraron en el país vecino desde el norte, el este y el sur; decenas de misiles golpearon distintos objetivos. La operación iniciada entonces se ha desplegado en un solo país; los contendientes son solo dos; pero hay argumentos de carácter militar, económico y geopolítico para sostener que se trata del conflicto con mayor alcance global desde 1945.

“No es una guerra mundial, pero es una guerra mundializada”, opinó el alto representante de Política Exterior y Seguridad de la UE, Josep Borrell, en una conversación mantenida con EL PAÍS el fin de semana pasado durante la Conferencia de Seguridad de Múnich. “No ha habido otra más mundializada desde 1945, con tanta gente que haya tomado partido abiertamente. En las reuniones del grupo de apoyo a Ucrania hay más de 50 países. Cuando medio centenar de países respalda a un bando, es una guerra mundializada”. Por el otro lado, Occidente señala que países como Irán o Corea del Norte prestan ayuda bélica a Rusia.

Por supuesto, después de 1945 ha habido terribles conflictos con gran alcance internacional. El de Corea, con la fortísima implicación activa de EE UU (y ayuda bélica de otros) y de China (con apoyo soviético), y además con un profundo significado estratégico e ideológico; la guerra de Vietnam, larguísima, también con EE UU como contendiente, con China muy involucrada, con un profundo impacto cultural y político en muchos países. Más recientemente, las del Golfo, Afganistán, Irak o Siria, con muchos países implicados, algunas de ellas muy largas, con enorme sufrimiento humano y gran impacto político.

Pero puede argumentarse que ninguna reúne el conjunto de características globales de la de Ucrania, no solo por el número de países involucrados, sino por su ratio, su contexto y sus consecuencias. “Esta guerra es el intento de una potencia revisionista, Rusia, de revertir el orden internacional”, opina Mira Milosevich-Juaristi, investigadora principal para Rusia, Eurasia y los Balcanes del Real Instituto Elcano. “Vivimos en un punto de inflexión donde potencias revisionistas creen que tienen posibilidad de construir un mundo más seguro para las autocracias y Ucrania es un teatro de todos estos movimientos tectónicos. En mi opinión, no hay desde 1945 ninguna guerra con el peso de consecuencias globales que tiene esta”, dice la experta.

“Es sin duda una guerra con impacto global”, comenta Sergey Radchenko, profesor en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins y experto en el periodo de la Guerra Fría y en las políticas exteriores de Rusia y China. Radchenko ofrece algunas observaciones acerca de rasgos diferenciales entre esta y otras grandes guerras de las últimas décadas.

“La de Siria involucra a países importantes y ha causado un terrible sufrimiento, pero es una escala claramente menor de la de Ucrania. Es una guerra local con impacto regional”, dice. “Un gran número de países participó en la del Golfo, pero el contexto político era muy diferente, tuvo objetivos limitados, fue breve y no tuvo tantas consecuencias. Las de Afganistán o Vietnam fueron muy prolongadas, pero con un carácter eminentemente de contrainsurgencia, no de conflicto convencional como este”, prosigue Radchenko. La de Irak produjo un gran pulso político internacional “y fuertes consecuencias en el mundo musulmán”, señala el profesor. Pero no había una potencia nuclear afrontando un enemigo respaldado y armado por decenas de otros países.

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La de Corea es la que en muchos sentidos tiene elementos comparables a la actual. Fue un durísimo choque en un territorio definido entre dos visiones del mundo, gran acelerador de la Guerra Fría, de la perspectiva de conflicto entre potencias democrático-capitalistas y comunistas en países terceros. Concitó amplia implicación internacional, con muchos países como beligerantes activos, y una posterior propensión al rearme. Y hay quienes temen ―o desean― que las dos acaben igual, con una nación dividida.

Pero la guerra coreana no tocó de igual manera centros neurálgicos de producción de energía y alimentos, auténticos sistemas nervioso y sanguíneo del mundo, ni se produjo en un contexto tan globalizado como el actual. Además, tampoco tenía como trasfondo un escenario geopolítico desestabilizado por el espectacular auge de una nueva potencia ―China― que, sin ser parte del conflicto, es cercana a uno de los dos bandos y observa su evolución como parte clave de sus decisiones en una competición potencial extraordinariamente turbulenta. La China del siglo XXI será más fuerte que la URSS del XX.

La guerra de Ucrania es, pues, profundamente global por varios motivos. Porque representa una brutal impugnación del orden mundial por parte de una potencia en declive (Rusia) que estrecha lazos con otra emergente (China), que también busca una reconfiguración de los equilibrios.

El presidente ruso, Vladímir Putin, y el máximo representante diplomático de China, Wang Yi, estrechan las manos en su encuentro en Moscú de este miércoles.

El presidente ruso, Vladímir Putin, y el máximo representante diplomático de China, Wang Yi, estrechan las manos en su encuentro en Moscú de este miércoles.Anton Novoderezhkin (AP)

Porque es un conflicto en el que una potencia nuclear ataca a un país que se defiende con armas suministradas por alrededor de 30 países de forma oficial, entre ellos otras tres potencias nucleares, desatando inquietudes atómicas vinculadas a un conflicto sin parangón claro.

Porque es una pugna en la que 40 países imponen un régimen de sanciones inédito a una potencia como Rusia; con turbulencias en los mercados de la energía y los alimentos; con subida de la inflación y políticas monetarias restrictivas generalizadas y todo lo que de ello ha derivado ya, y derivará; con un fuerte impulso mundial a la transición tecnológica verde.

Porque es una conflagración con un terrible impacto humano que también tiene una fuerte propagación internacional: hay actualmente registrados más de ocho millones de refugiados en 43 países y la cifra de personas con inseguridad alimentaria en el mundo crece.

A continuación, una mirada al primer año de la invasión a través del prisma de su importancia global.

Dimensión militar

El aspecto militar de la contienda tiene dimensiones con tintes planetarios. Más de 50 países participan en las reuniones del grupo de apoyo a Ucrania que se celebran en la base estadounidense de Ramstein, en Alemania. De ellos, alrededor de 30 proveen material bélico letal, además de entrenamiento y servicios de inteligencia. La lista de los implicados directamente en favor de Kiev abarca el espectro geográfico que va desde Canadá a Australia.

El apoyo militar comprometido de enero de 2022 a enero de 2023 asciende a más de 60.000 millones de dólares (unos 56.672 millones de euros), prácticamente equivalente al presupuesto anual de Defensa de Rusia en 2021, el año anterior a la gran invasión.

En un primer momento, la ayuda consistió en equipamiento armamentístico de alcance limitado, como armas portátiles anticarro Javelin o antiaéreas Stinger. Occidente fue prudente en los suministros, inquieto ante posibles represalias descontroladas de Rusia, pero paulatinamente fue escalando el nivel de las entregas hasta incluir sistemas avanzados como los misiles Himars, las defensas antiaéreas Patriots y, recientemente, carros de combate occidentales avanzados.

Por otro lado, los Gobiernos occidentales consideran que Irán y Corea del Norte están suministrando ayuda bélica a Rusia, mientras algunas informaciones periodísticas apuntan a que Bielorrusia también ha estado proveyendo de munición al Kremlin.

Sin embargo, no es este el único aspecto relevante de onda expansiva de la guerra de Ucrania en el plano militar. Entre otros, puede destacarse su papel como estímulo del gasto militar a gran escala. John Chipman, director del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, mencionó recientemente en la presentación de la publicación Military Balance que una veintena de países europeos anunciaron el año pasado consistentes subidas de sus presupuestos de Defensa, con un salto adelante en la militarización de Alemania que tiene características históricas. La tendencia mundial está al alza, según datos del instituto.

Además, el conflicto mueve el tablero. De entrada, hay dos nuevos candidatos a la adhesión a la OTAN, Suecia y Finlandia.

Después, muchos están observando el desempeño de las fuerzas rusas, y sin duda extrayendo conclusiones. No solo China, con respecto a las dificultades propias de una invasión con el género de reacción que ha demostrado Occidente. “La India se aleja de Rusia, y podría verse tentada de reducir su dependencia militar de Moscú, especialmente considerando el pobre rendimiento de las armas y sistemas rusos en la guerra de Ucrania”, dice Zaki Laïdi, profesor de Relaciones Internacionales que asesora al alto representante de Política Exterior y Seguridad de la UE.

Y por último, esta misma semana, el anuncio por parte del Kremlin de su retirada del acuerdo de control nuclear New Start pactado con EE UU, un golpe gravísimo a la ya moribunda arquitectura de tratados de control de armas.

Dimensión económica

Las consecuencias económicas de la guerra tienen unos rasgos únicos, entre otras razones porque el mundo actual está más interconectado que nunca. Alrededor de 40 países que representan más de la mitad del PIB mundial han impuesto una serie de sanciones inauditas a Rusia, país muy relevante en el sistema global por su preeminente papel en el sector energético y de algunas materias primas, desencadenando una subida de precios en esos mercados.

El conflicto también ha impactado en el mercado de los alimentos, ya que tanto Rusia como Ucrania son grandes productores.

La contienda, pues, se ha sumado a tensiones previas en las cadenas de suministro relacionadas con la pandemia para desatar una ola inflacionista sin antecedentes parecidos en décadas. Esto ha forzado una reacción de los principales bancos centrales del mundo, que han adoptado políticas monetarias restrictivas, que no solo tienen un impacto en las economías de los países en los que se aplican, sino a escala global, muy en especial erosionando la sostenibilidad de la deuda en los países más frágiles.

En paralelo, la guerra de Ucrania parece estar funcionando como un fuerte revulsivo en el camino de la transición energética. A corto plazo, ha habido desarrollos negativos para la lucha contra el cambio climático, incluso con el regreso al uso del carbón en algunos casos. Pero a medio y largo, hay datos que apuntan a que el conflicto, la necesidad de Europa de eliminar su dependencia energética de Rusia, la voluntad de adquirir mayor autonomía de cualquier productor de hidrocarburos ―muchos de ellos autocracias― contribuyen a alimentar la inversión en las energías verdes.

En una perspectiva más amplia, la guerra ha supuesto un gran estímulo para reconsiderar la necesidad de contar con autonomía estratégica en un vasto espectro de acción. La pandemia ya había provocado una reflexión, y la embestida rusa la ha doblado. Así, más allá del desacople de Rusia, en Occidente hay en marcha una reconsideración de los ámbitos de dependencia de China. La Casa Blanca promueve una fuerte reorientación de las cadenas de suministro. La UE esboza una hoja de ruta más quirúrgica, pero también se mueve de forma tangible, por ejemplo, con sus planes para reducir su dependencia en cuestión de materias primas estratégicas.

Dimensión geopolítica

La invasión es la impugnación de un orden mundial que las grandes potencias autoritarias perciben como creado y dominado de forma inaceptable por Estados Unidos. Poco antes de la invasión, Rusia y China firmaron una declaración conjunta en la que manifestaban ese punto de vista. Putin lo empezó a expresar al menos desde 2007, en el célebre discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich, y fue tomando acciones consecuentes con la invasión de Georgia en 2008, las operaciones en Ucrania desde 2014 y en Siria desde 2015.

China no ha emprendido ninguna acción militar propia, no consta que haya suministrado hasta ahora apoyo militar a Rusia. “China no quiere cruzar líneas rojas que supongan romper el flujo comercial con los países occidentales, pero no quiere que Rusia pierda, porque eso sería una victoria de EE UU, su principal rival”, dice Milosevic-Juaristi.

Así, aunque con prudencia en las áreas sensibles, Pekín reitera de forma clara su cercanía a Rusia después de la invasión, como demuestra la visita de Wang Yi, el máximo representante diplomático chino, a Moscú esta semana, después de haber pronunciado un discurso durísimo contra EE UU pocos días antes, precisamente, de nuevo, en la Conferencia de Seguridad de Múnich.

Rusia también ha estrechado lazos con Irán en esta fase, y trata de afianzar relaciones en África. Pero sus enormes dificultades bélicas y su debilitamiento económico cuestionan su capacidad de proyectar influencia, desde luego lejos, pero incluso en Asia Central.

La guerra también ha provocado consecuencias en el campo de las democracias, con un cierre de filas entre EE UU y la UE después de la turbulenta época de Donald Trump, así como una nueva cercanía entre las democracias avanzadas occidentales y las orientales como Japón, Corea del Sur o Australia.

El presidente de EE UU, Joe Biden, comparece junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y el canciller de Alemania, Olaf Scholz, durante la cumbre del G-7, celebrada en Alemania el pasado junio.

El presidente de EE UU, Joe Biden, comparece junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y el canciller de Alemania, Olaf Scholz, durante la cumbre del G-7, celebrada en Alemania el pasado junio. JONATHAN ERNST (AFP)

Muchos expertos observan sin embargo que, mientras cerrabas filas, Occidente no ha logrado afianzar una buena conexión con el resto del mundo, la amplia galaxia de países que no están claramente ni en un bando ni en otro.

La resolución de condena de la invasión rusa en la ONU fue adoptada por 141 votos a favor, 35 abstenciones y solo 5 en contra. Pero el posicionamiento activo contra Rusia no va más allá del umbral del medio centenar de países, y abundan aquellos que, aunque reprobaron la invasión, recriminan a Occidente muchos asuntos, con acusaciones de múltiples casos de doble rasero ―recordando, por ejemplo, la injustificada invasión de Irak―, de haber contribuido a provocar el ataque ruso con continuas ampliaciones de la OTAN o de ser corresponsable ―por haber impuesto duras sanciones― de los efectos perniciosos en los mercados de la energía, de los alimentos y, en definitiva, sobre la inflación.

“Hay un nutrido grupo de países que no quieren ser atrapados en el medio de lo que ven como una confrontación entre Rusia y la OTAN, y tampoco en la competición entre EE UU y China”, dice Laïdi. “Algunos temen ser marginados, manipulados, o que nuestra concentración en la guerra de Ucrania orille en la agenda asuntos clave para ellos, como la transición energética o los objetivos de desarrollo sostenible. Hay algunos que se alinean, otros que se mantienen en los márgenes, y otros más que buscan explotar las contradicciones entre nosotros y Rusia para incrementar su capacidad de obtener un retorno. Cuando hay fuerzas que se confrontan, es normal ponderar las apuestas”, concluye.

Junto con la sacudida geopolítica, también hay aspectos ideológicos, como la dimensión de ultraconservadurismo nacionalista de la política de Putin, que durante tiempo fue un factor de conexión con partidos de ideas parecidas en Occidente y que ahora se ha visto dinamitada por la brutal invasión.

Dimensión humanitaria

Y el catastrófico impacto en la ciudadanía ucrania también tiene una fuerte proyección internacional. Sin duda, por lo que supone una diáspora de más de ocho millones de personas repartidas en más de 40 países. Pero también por el mensaje planetario que suponen las puertas abiertas de Europa a estos refugiados frente a las tremendas dificultades impuestas a los procedentes de otros conflictos, un argumento muy fuerte en la retórica de dobles raseros que en muchos lugares del mundo se esgrime contra las democracias occidentales.

Además, el conflicto ha contribuido de manera significativa al empeoramiento de la situación de la seguridad alimentaria en el mundo. El Programa Mundial de Alimentos calcula que hay 349 millones de personas que sufren inseguridad alimentaria aguda, 62 millones más que en 2021.

“Esta guerra no es solo de los europeos. Es una guerra neocolonial e imperialista. Produce efectos calamitosos de los cuales Rusia tiene plena responsabilidad. Es una guerra que afecta al mundo entero”, dijo el presidente de Francia, Emmanuel Macron, en su alocución ante la Conferencia de Seguridad de Múnich el viernes pasado.

La invasión de Ucrania es una detonación con una enorme onda expansiva. Es posible que todavía sea muy pronto para evaluar adecuadamente hasta donde se propagará.

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