Hace 12 meses, militares rusos empezaban a acceder al lado este de Ucrania, dándole inicio a uno de los hechos más sonados del mundo.
A un año de la invasión rusa, el país europeo sigue sumando personas muertas y heridas, así como edificaciones destruidas que han dejado a millones de ucranianos sin un hogar.
De acuerdo con datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), al pasado 21 de febrero se contabilizaron hasta ocho millones de refugiados debido a la guerra. Son Polonia, Alemania y República Checa algunos de los países que más ucranianos resguardan.
Además de los golpes a los civiles y a la infraestructura cultural y de vivienda en Ucrania, el conflicto ha provocado problemas económicos y alimenticios en la región, recordando que previo a la invasión tanto Rusia como Ucrania se encontraban entre los grandes productores de trigo en Armenia, Mongolia y Somalia, entre otros.
Con el inicio de la guerra, ese aporte fue suspendido, así como la entrega de crudo a países de la Unión Europa por parte de Rusia, el cual representaba su principal proveedor.
Naciones como Alemania decidieron romper los lazos que tenían desde hace años con el gobierno del presidente Vladimir Putin con el argumento de que estaban en contra de la intervención y de la violencia en Ucrania que recién iniciaba.
Desde entonces, gran parte de los países de la Unión Europea siguen en busca de un nuevo proveedor que reemplace a Rusia, lo que ha provocado un aumento en los precios del combustible y del gas; un golpe económico que perjudicó aún más a las naciones después de las afectaciones que dejó la pandemia por COVID-19.
Para arrinconar a Rusia, la comunidad internacional, principalmente de Occidente, empezó a imponer sanciones económicas al gobierno de Putin, como la prohibición de las transacciones de activos y reservas del Banco Central de Rusia, y el alto a las exportaciones e importaciones de algunos bienes desde y hacia Rusia como armas ligeras, alta tecnología y aeronaves.
De igual manera, han respondido a la guerra con la entrega de ayudas humanitarias y de armas a Ucrania, siendo Estados Unidos el país que más respaldo ha ofrecido.
“Rusia está pagando el precio de sus abusos en Ucrania. Impusimos las mayores sanciones jamás impuestas a una economía importante y anunciaremos más. Haremos que los responsables de esta guerra rindan cuentas y buscaremos justicia por los crímenes de lesa humanidad”, declaró el presidente Joe Biden el martes pasado antes de viajar por primera vez a Kiev desde que inició la invasión.
Para el maestro Eduardo Palacios Cabrera, miembro del Centro de Estudios Post-soviéticos con sede en Moscú y especialista en Relaciones Internacionales, Seguridad Internacional de la Federación rusa y política del espacio exsoviético, a un año del golpe a Ucrania no se ve un fin próximo al conflicto.
De acuerdo con él, el alargamiento de la guerra se debe, entre otras cosas, a que Rusia está combatiendo contra un país que está recibiendo, directa o indirectamente, hasta dos veces su PIB en ayuda militar.
“Rusia la tiene muy complicada, está luchando contra todo el aparato occidental que seguro va a seguir enviando ayuda a Ucrania (…) Creo que ninguno de los dos va a rendirse. Ucrania por el apoyo que tiene, y Rusia porque si da por terminado el conflicto el presidente Putin cree que destruirán a su país de una vez por todas con el derrocamiento de su mandato y la imposición de un gobierno al estilo de la democracia de Occidente. En ese sentido, considero que nos queda guerra para, al menos, el resto de 2023”, asegura Palcios Cabrera.
Polos opuestos
Con el desarrollo de la guerra, además del papel que ha representado la comunidad internacional, quienes más han estado en la mira son los presidentes de Rusia y Ucrania, Vladimir Putin y Volodimir Zelenski.
Desde Occidente, mientras que Putin ha sido señalado como el culpable de la catástrofe europea y de prohibir a sus ciudadanos conocer las afectaciones que la invasión ha provocado, Zelenski se ha visto como el protector de su pueblo a pesar de su escasa experiencia en la política.
A pesar de la imagen que se tiene de Putin en esta parte del mundo, en su país terminó 2022 con una aprobación del 80 por ciento según la encuestadora Levada. Sin embargo, estos resultados podrían cambiar debido a las medidas internas del mandatario, como enviar a sus propios ciudadanos a la guerra.
“Su imagen se podría ver debilitada por esta decisión de enviar a la guerra incluso a jóvenes de 18 años. En ese sentido, la población no creo que apruebe esa medida y podría levantarse para impedirlo. Esto va a desprestigiarlo aun cuando se sostiene como un líder del autoritarismo”, dice la maestra Natalia Rivera Ángel, docente del área de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.
Respecto a Zelenski, la académica sostiene que a un año de que iniciara la guerra se ve aún más fortalecido principalmente por Occidente, donde ha sido acogido por líderes no sólo estadounidenses, sino de la Unión Europea y Reino Unido. También ha tenido el respaldo de naciones como Japón y Nueva Zelanda, provocando que su perfil sea aún más reconocido.