En conversación con el Consejo Editoral de Crónica, el secretario de Desarrollo Social afirma que México es más desigual de lo que las cifras oficiales acreditan, pero también es menos pobre. Plantea mejorar métrica antes de 2030, porque “el costo de una mala medición es una mala política pública”El secretario de Desarrollo Social, José Antonio Meade Kuribreña, afirma que México es una sociedad más desigual de lo que las cifras oficiales acreditan, pero también es menos pobre. También dice que es necesario para el gobierno comunicar mejor; señala que, en el tema que le atañe, hay muchas personas que tienen derecho a programas de la Sedesol y no lo saben.
A invitación del Consejo Editorial de Crónica, formado por directivos y colaboradores de este diario, se llevó a cabo una conversación colectiva con el titular de la dependencia, a quien le gusta estar en mangas de camisa y quien maneja las estadísticas con gran soltura.
Estos son los puntos nodales de la conversación, que fue muy sustanciosa.
El secretario de Desarrollo Social inicia haciéndose una pregunta, a sabiendas de que el asunto será central en el desarrollo de la plática.
“¿Qué quiere decir pobreza?”, dice. Y se responde: “durante mucho tiempo no teníamos una definición operativa del término, lo que dificultaba la aplicación de políticas públicas”. Explica que la pobreza se debe definir por ingresos y también por derechos (a la salud, a la educación, a la vivienda digna). “Esto, a su vez, trae otra serie de problemas de medición: cómo definimos lo que es la canasta básica y cómo se determina el ingreso familiar”.
El problema, señala Meade, es que estas definiciones son posteriores al diseño de los programas, y esto significa que los programas hacen muchas cosas buenas, pero no necesariamente combaten la pobreza en su núcleo. “La siguiente pregunta, entonces, es cómo ajustamos los programas para que sean útiles para combatir la pobreza tal y como la entendemos”.
Agrega que hay, por supuesto, programas como la Cruzada contra el Hambre, “que reconoce que hay fenómenos particularmente duros y que requieren del concurso de varias instituciones”.
De la introducción, la pregunta obligada, sobre el diferendo entre Inegi y Coneval, que impidió que esta última pudiera dar cifras sobre la pobreza. De nuevo Meade responde con una pregunta.
¿Para qué le das autonomía a una institución? La autonomía lo primero que debe comprarte es objetividad. La primera obligación de las instituciones autónomas es ser objetivas”.
Luego abunda: en la medición del ingreso, hay países que tienen bases robustas de información, a partir de los impuestos y del consumo. En el otro polo está nuestro modelo: usar encuestas, medir la experiencia del ingreso en la cabeza de la gente.
Dice que esto lleva a dos problemas. Uno es la tentación de subdeclarar, que es muy común entre las personas de más ingresos, pero también en el otro extremo: personas que reciben ingresos de manera irregular, que reciben transferencias en especie, a las cuales ponerles valor es complicado.
Da el ejemplo del beneficiario de piso firme o de la leche Liconsa. “No va a considerar el piso como ingreso, y la leche subsidiada la va a considerar como gasto. Tal vez ni siquiera sabe el precio comercial de la leche. Si le preguntas: “¿Cuánto te dio el gobierno?”, responderá que nada”.
Eso nos crea diferencias notables, por ejemplo, entre el ingreso per cápita que resulta de la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH) y el PIB per cápita. Señala que la primera es de 40 mil pesos; el segundo, de 150 mil pesos. “Una pregunta no respondida es cómo se distribuye esta diferencia entre la población. Ciertamente no es de manera uniforme, así que hay que trabajar más en el asunto”.
Pero la diferencia resultó enorme, comentamos.
Meade Kuribreña dice que no se sabe por qué los resultados en 2015 fueron tan diferentes, aún cuando el Módulo de Condiciones Socioeconómicas es un ejercicio estadísticamente distinto a la ENIGH. Una posibilidad que maneja es que tal vez los encuestadores fueron más incisivos para detectar ingresos extra.
Afirma que el hecho es que a Coneval le preocupaba que el gobierno dijera que los ingresos habían aumentado 33 por ciento en un año. Eso no iba a pasar, expresa, porque claramente parte de los resultados vienen del cambio de metodología. “En otras palabras, había menos pobres desde antes”.
“Lo importante es que hay que despolitizar este debate. Lograr una fotografía más objetiva. No podríamos tomar decisiones buscando sólo dar un dato más bonito”, asegura.
Concluye: “México es más desigual de lo que las cifras oficiales acreditan, pero mucho menos pobre”.
A pesar de que no pudo haber datos oficiales, existen de todas maneras tendencias, que han sido documentadas por el trabajo de ambas instituciones, señalamos. La respuesta no se deja esperar:
“Las tendencias son claras. Ha disminuido la pobreza extrema, ha aumentado la pobreza moderada (porque los precios han crecido más rápido que los ingresos) y se ha incrementado el acceso a los derechos básicos”.
Luego, el titular de Desarrollo Social habla de la necesidad de trabajo intersecretarial para aumentar el acceso a estos derechos (da el ejemplo de las estancias de Sedesol, que deberán certificar estudios de preescolar o el seguimiento a las jefas de familia de Progresa, que terminan su educación básica y reciben seguro popular, en un combate multigeneracional a la pobreza).
¿De cuánto son los rezagos en el acceso a derechos?, preguntamos, ¿Qué tanto se ha avanzado? Meade responde con datos:
Dice Meade que el rezago educativo, “que exige el concurso de dos voluntades” ha caído del 25.6% en 1990 al 18.6% en 2015; el rezago de electricidad en la vivienda, de 13% a 1%; el de drenaje, de 40% a 7%. Concluye que, en términos generales, el rezago ha disminuido más del 80%.
De hecho, Meade se plantea que para antes de 2030 deberán replantearse los parámetros para definir los mínimos de bienestar.
Otro tema muy sonado es la percepción de creciente malestar ciudadano, el famoso malhumor. Preguntamos al secretario Meade su opinión.
“La gente más pobre, de los deciles más bajos, siente que el gobierno la está apoyando. La insatisfacción, que sí la hay, está en otro lado: gente, por ejemplo, que terminó una carrera técnica y gana por arriba de la línea de bienestar, pero batalla para hacer sus pagos y siente que el sistema no le resuelve su situación”.
Admite que ha habido una pérdida en la “guerra de percepción”, en medio de una tendencia global de insatisfacción con el sistema (y da múltiples ejemplos en Europa y América Latina). Luego va más adelante, en una explicación política:
“Al Presidente le hubiera alcanzado para gobernar sin reformas. El Pacto por México es un mérito de todos los participantes que no debemos descontar a la ligera. Sentó las bases para construir un país estructuralmente distinto, y lo hizo en democracia.”
La conversación, de alguna forma, regresa al asunto Inegi-Coneval, pero ahora pensando hacia adelante. ¿Qué va a pasar con la medición de la pobreza y, por ende, con los programas para combatirla?
“Hay que tomar en serio la necesidad de trabajar con limitaciones del instrumento (de medición de la pobreza), encontrarle su lógica y su valor”, contesta Meade.
Entiende que, en términos conceptuales, haya razón en estimar en pobreza a un adulto mayor sin primaria igual que a un niño de 9 años que no va a la escuela. Pero en términos de impacto social, subraya, sí hay diferencias. “Debemos tener mejor métrica”. La ubica después de mi gestión, en 2018.
Subraya que “el costo de una mala medición es una mala política pública, por lo que es necesario darle al país una foto más objetiva. A todos debería de interesarnos”. Por eso, reitera, es inevitable que Inegi y Coneval se pongan de acuerdo
Un asunto final es el problema de comunicación de logros de parte del gobierno.
Meade Kuribraña afirma que hay que comunicar mejor, tanto los logros como las oportunidades. Da el ejemplo de los estudiantes de instituciones públicas de educación superior, que están afiliados al IMSS. Menos de la mitad sabe que lo está y sólo la mitad hace uso de la institución (muchos, como hijos de asegurados). “Estos estudiantes se sometieron a 45 mil cirugías el año: eso significa que otras tantas se pagaron y pudieron haber sido realizadas en el IMSS. Recibieron un millón de consultas médicas, y eso significa que hubo otras tantas que, o se realizaron de manera privada o no se hicieron, lo que en años posteriores implicará costos humanos y financieros”.
Ese mismo caso sucede con miles de personas que son potenciales beneficiarias de los programas de Sedesol y no saben que lo son. Señala que la secretaría a su cargo está haciendo un esfuerzo para llegar uno a uno a las familias que pudieran hacer uso de esos programas, en particular a aquellas que viven en una “pobreza atroz” y a las que las ayudas que hoy reciben son todavía notablemente insuficientes.
Finalmente, Meade nos dice que la estrategia que se ha impuesto la Sedesol “te hace pensar en trabajar sin aumento presupuestal” y que espera que la afectación en el presupuesto del próximo año “sea la menor posible”.