Desde el poblado de La Ruana, en plena Tierra Caliente michoacana, Guadalupe Mora atiende el teléfono con voz firme aunque algo fatigada. No es tanto el cansancio de contestar preguntas. Parece un hartazgo más profundo, la intuición de que el desastre va a continuar. Sicarios mataron a su hermano, el líder social Hipólito Mora, la semana pasada, en el centro del pueblo. “Sabemos quiénes fueron”, dice, “hay audios, incluso, en que se les escucha la orden de que le prendan fuego”, añade.
Era la tercera vez que lo intentaban. En los últimos ocho meses, criminales habían tratado de asesinar a Hipólito Mora en dos ocasiones. La primera fue en noviembre, en la huerta de limones que manejaba cerca de su casa. La segunda fue en marzo, en el centro del pueblo. En ambos casos hubo muertos, pero él salió ileso. En el ataque de la semana pasada, no hubo forma de sortear las balas: le dispararon cientos de veces. Luego, para asegurarse, los sicarios incendiaron la camioneta en que viajaba. Mora volvía de su huerta, camino a casa.
Su hermano critica la lenta respuesta estatal. Lenta, por decir algo. “El Ejército está a un lado de mi casa y tardaron más de una hora en llegar”, lanza. “Ellos se salieron del pueblo, les avisan y se salen. Todos lo sabemos aquí en el pueblo”, dice, en referencia a los militares. “Del cuartel al lugar del ataque, yendo en carro, no se tarda más de diez minutos”, añade. Lupe Mora, que vio tres de los vehículos de los atacantes bien temprano, en mitad del pueblo, asegura que el convoy de sicarios que acabó con su hermano integraba a medio centenar de personas.
Líder del movimiento autodefensa, que él mismo ayudó a fundar hace 10 años, Hipólito Mora vivía amenazado. Su hermano apunta directamente a Los Viagras, viejo grupo criminal de la región, heredero de Los Caballeros Templarios. En 2013, los hermanos Mora y otros líderes regionales se unieron precisamente para acabar con el dominio de los Templarios, que tenían sometida a la zona, extorsionando a comerciantes y agricultores bajo pena de muerte. Pero el tiempo pasó, las autodefensas colapsaron, infectadas por el mismo mal contra el que luchaban. Hoy, las mafias prosperan en Michoacán, bajo unos nombres u otros.
“¡Fueron Los Viagras, ellos fueron!”, clama Lupe Mora. El hombre dice que una de las voces de los presuntos asesinos, en el momento del ataque, que ha circulado en un audio, es la de Nicolás Sierra Santana, alias El Gordo. Según cuenta, El Gordo es uno de los líderes regionales del grupo criminal, que forma una especie de federación, de naturaleza inestable, con otras mafias regionales, bajo el nombre de Cárteles Unidos. “Pues esa voz, la de El Gordo, da la orden de que le prendan fuego”, sigue Lupe Mora. “Y parece que el que lo hizo fue Eladio Cisneros, alias La Sirena, por lo que me han dicho los vecinos”, continua, refiriéndose al lugar del ataque. “Lo conocemos, es de aquí, nada más que anda con ellos”.
Lupe Mora no ha compartido esta información con la Fiscalía General de Justicia de Michoacán, porque nadie ha ido a preguntarle. “No se me han arrimado”, dice el hombre, molesto. Pese a ello, el gobernador, Alfredo Ramírez Bedolla, ha prometido que no habrá impunidad en este caso. Ramírez Bedolla ha sido muy criticado estos días, por su reacción al conocer el asesinato de Mora, al que prácticamente culpaba de lo ocurrido, por no haber querido salir de La Ruana, ante el riesgo que corría. De momento, no hay detenidos.
El hermano cuenta también que los ataques previos fueron igualmente obra de esta célula de Los Viagras. “Le tenían mucho coraje, porque mi hermano dijo en entrevistas todo lo que ellos estaban haciendo aquí. Cuando anduvo en la campaña, él señaló directamente a estas personas” explica. El hermano se refiere a la última elección a gobernador en Michoacán, celebrada el año pasado. Cansado de las armas, Mora quería pasar a la acción en el terreno de la política. No lo consiguió, pero en el camino se hizo unos cuantos enemigos nuevos, además de los que ya tenía, de sus años en las autodefensas.
Ante la mención de nombres de batallas pasadas, Lupe Mora no se esconde. Preguntado por Luis Torres, alias El Americano, autodefensa a quien su hermano acusó de ser un templario disfrazado, dice que no sabe dónde está. “El Gordo y La Sirena, los que mataron a mi hermano, eran templarios y ya después, como El Americano andaba juntando a puro delincuente, se pusieron camiseta de autodefensa. Pero luego salieron mal con él, con El Americano. Y los Viagras se le abrieron al Americano”, explica.
Lupe Mora intuía que algo malo podría pasar en cualquier momento. En diciembre de 2021, se había ido a California. Quería probar suerte allá, montar un “negocito”, jugos, licuados, tortas, cosas así. Además, allí vivían sus hijas. Divorciado, en La Ruana no quedaba demasiado para él. Sí, tenía a sus hermanos, 10 de los 11 que una vez fueron, pero estaba cansado de la violencia y la mafia. Allá estaba, en California, cuando llegó el primer ataque contra Hipólito, el de noviembre. “Si no hubieran atacado a mi hermano, allá estuviera yo”, murmura.
Pero Lupe Mora está en La Ruana, pensando si pone un negocito, pensando, también, que mejor no. Para qué. “Hay familias que venden enchiladas y tacos afuera de su casa y ellos les cobran 200 pesos diarios. Si ellos saben que les está yendo bien, les sacan más”, dice, en referencia a Los Viagras. “Sobre avances de la investigación no nos han informado nada. Es lo que dicen siempre, que van a informar, que no va a quedar impune, pero luego no pasa nada. Yo dudo que vayan a agarrar a estos cabrones que mataron a mi hermano”, zanja.