Un hombre sale como cada día hacia su puesto de trabajo. Es lunes. Se despide de su esposa, se monta en el coche. Le graban las cámaras de la vivienda. Son las 6.20 de la mañana. 40 minutos después ya no recibe los mensajes de WhatsApp. 16 días después no hay ninguna pista de su paradero. Es la historia de David Choreño, directivo de la multinacional Valeo, una automotriz francesa. Es la historia de un hombre de 48 años, con cinco hijos, amante del rock, atento de su familia, divertido y trabajador. Es la historia de David Choreño y la de miles en México, un país que sigue llenándose de desaparecidos. ¿Frente a eso? Una familia que espera respuestas.
Dice Melissa Choreño que la Fiscalía de San Luis Potosí les dijo que el caso de su padre era “atípico”. Choreño es gerente de recursos humanos de Valeo en su sede central de San Luis Potosí. Entusiasmado de su trabajo, les trataba de inculcar a sus hijos la idea de estudiar lo que les apasionaba para así cuando llegara la hora “sería como no trabajar nunca”. “Sus compañeros de trabajo nos decían que era un gran líder, buen jefe, preocupado. Él amaba su trabajo, estaba siempre enfocado en eso y en su familia”, dice Melissa, que añade que la multinacional francesa al principio sí se involucró, pero ahora mismo siente que se han “deslindado”.
El trayecto que David Choreño tenía que hacer de su casa, en el fraccionamiento Villa Magna, al trabajo era de 50 minutos. “Su desaparición fue en horario laboral”, apunta Raymundo Sandoval, de la Plataforma Por la Paz y la Justicia de Guanajuato, que ha estado acompañando a la familia y pide a Valeo que “reconozca la seriedad de esta desaparición y se involucre en la búsqueda de César de forma activa”. La multinacional francesa emplea a más de 12.000 personas en México, entre sus centros de San Luis Potosí, Querétaro, Ciudad Juárez, Río Bravo y Toluca. A veces a Choreño, también le tocaba viajar a la sede de la empresa en Querétaro. Pero sus hijos cuentan que no estaba previsto que lo hiciera ese día.
La preocupación creció muy rápido entre la familia. A las siete de la tarde su esposa ya había ido a la Fiscalía de San Luis Potosí a poner la denuncia por desaparición. A David ya no le había llegado ni siquiera al WhatsApp que le envió Melissa 12 horas antes. La joven, de 19 años, se quedó muy extrañada. Pese a vivir en ciudades distintas, seguían teniendo una relación muy estrecha con sus tres hermanos y su padre, que se había casado de nuevo y tenía un niño de tres años. El domingo por la tarde, el directivo había estado hablando por el grupo que tenía con sus cuatro hijos mayores, recordando anécdotas de otras Navidades. El sábado le había escrito a su hijo David, que vive en Ciudad de México y regresaba de vacaciones, para ver si podían encontrarse. “Todo era normal”, dice Melissa Choreño.
La primera reacción de la Fiscalía fue decirles que no se preocuparan. También deslizaron la hipótesis de una desaparición voluntaria. En la familia de David Choreño no lo creen. Era demasiado responsable, con sus hijos y con su trabajo, donde ya llevaba cinco años en un alto cargo. No saben qué pudo ocurrir, solo piden a la Fiscalía que investigue.
Hasta el momento lo que se sabe es que su vehículo, un Mazda negro, pasó ese día por San Luis de la Paz y Celaya. Lo saben por las imágenes captadas de la placa. Su hijo David, de 27 años, explica que por ese recorrido apenas hay cámaras y las pocas que hay tienen una calidad muy pobre, por lo que no es posible saber por las imágenes si el que conducía el coche era su padre o no, si iba una persona o más. 10 días después de la desaparición, el coche se encontró aparcado en una plaza de Celaya, a casi 300 kilómetros de San Luis Potosí. Una mujer les dio el aviso por Facebook a la familia, y también puso la denuncia a la policía.
Todavía no se conocen los resultados del peritaje del vehículo, ni siquiera si ha finalizado. “No sabemos si había ADN, o señales de violencia, nada”, dice Melissa. Además, la colaboración entre los Estados de San Luis Potosí y Guanajuato está tardando mucho, lo que deja a la familia sola ante las preguntas.
El activista Raymundo Sandoval hace hincapié en la conexión de que David Choreño trabajara en una empresa automotriz clave, y el hecho de que las últimas pistas lo sitúen en Celaya, donde está una de las grandes zonas de maquila de coches. “No lo sabemos, pero también el reclutamiento forzado puede ser una hipótesis que debería investigar la Fiscalía”, apunta Sandoval, que se pregunta si hay una relación directa entre los desaparecidos de la zona y los oficios. La idea no es nueva, están los mineros o agrónomos que se llevaron en Guanajuato o los documentos que prueban cómo los Zetas buscaban profesiones concretas para reclutar a personas según lo que el cartel necesitaba.
Mientras, ante la ausencia, recuerdos. Melissa lleva más de dos semanas repasando las fotografías con su padre, ha elegido una de perfil de WhastApp: sonrientes, arreglados. “Mi papá siempre ha sido ejemplar, creo que yo no tengo ningún recuerdo malo con él”, cuenta. Dice lo mismo su hermano David: “Yo sentía admiración por mi padre. Para mí era la persona con mayor carisma y chistosa que puedas conocer. Sí o sí te saca una sonrisa, muy activo, muy feliz, solo tenía amor a sus hijos”. En estos momentos en México hay más de 110.000 personas desaparecidas.