“Mi mensaje a cualquier Estado o grupo hostil que esté pensando en atacar Israel sigue siendo el mismo: No. No. No”, declaraba el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en su visita a Tel Aviv el miércoles. Al tiempo que lanza llamamientos a la contención de Israel y negocia la entrada de ayuda humanitaria en Gaza, Washington refuerza a marchas forzadas su presencia militar en el Mediterráneo oriental. Su objetivo es doble: disuadir a Irán de intervenir en el conflicto entre Israel y Hamás cuando parece inminente una invasión israelí de la Franja y Oriente Próximo se aproxima al abismo, pero también prepararse para respaldar a su gran aliado en la zona.
El despliegue es contundente mientras suenan los tambores de guerra. El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, promete a sus tropas que muy pronto podrán ver Gaza “desde dentro” y aumentan los ataques con drones contra Estados Unidos en la región. El mayor gesto militar estadounidense es el envío al Mediterráneo oriental de dos portaaviones, algo extremadamente infrecuente. El mayor de su flota, el Gerald Ford, y sus buques de escolta se encuentran ya presentes la zona. Un segundo portaaviones, el Dwight Eisenhower, se dirige hacia allí, donde se le espera en un plazo de siete a 10 días. Entre ambos transportan hasta un máximo de 135 aviones de combate.
El Pentágono subraya que no está previsto que participen en acciones de combate con Israel. Su misión es, sobre todo, actuar como elemento disuasorio ante la posibilidad de que la gran némesis de ese país y de Estados Unidos en la zona, Irán, pueda verse tentado de emprender acciones hostiles que agraven la crisis. O que el brazo del régimen islámico en el sur de Líbano, la milicia Hezbolá, intente abrir un segundo frente en la guerra con sus ataques al norte de Israel desde sus bases.
“No hay ninguna intención de poner botas estadounidenses sobre el terreno en combate”, subrayaba el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, en el vuelo que traía a Biden de regreso a Washington tras su visita de menos de ocho horas a Tel Aviv. “El objetivo de los portaaviones es disuadir a cualquiera de emprender acciones”.
Se dirige también al Mediterráneo oriental la 26 Unidad Expedicionaria de Marines, de 2.200 militares y un grupo anfibio de tres buques. Dos de ellos, el Bataan y el Carter Hall, se encuentran en el golfo de Adén. El tercero, el Mesa Verde, está en el Mediterráneo tras haberse sometido a reparaciones en España. El Bataan puede transportar helicópteros, aeronaves Osprey y Harrier.
También se encuentra en la zona el buque de guerra estadounidense Mount Whitney, donde viaja al mando el comandante de la Sexta Flota, el vicealmirante Thomas Ishee, según ha anunciado la Marina de EE UU. Este buque de mando, con una tripulación de 300 marinos, tiene capacidad para recibir, procesar y transmitir “grandes cantidades de datos desde cualquier punto de la Tierra” en condiciones de completa seguridad, según el Pentágono.
Mientras tanto, el Departamento de Defensa confirmaba a comienzos de esta semana que ha dado órdenes a 2.000 soldados de diversas unidades a que se preparen para estar en disposición de trasladarse a Oriente Próximo en un plazo de 24 horas, y no las 96 habituales. Estos militares están especializados en tareas que abarcan desde la defensa aérea a la logística, pasando por la asistencia médica y el reconocimiento del terreno.
Además, el Departamento de Defensa ha reforzado también su presencia en Oriente Próximo con aviones de guerra, incluidos cazas F-35, F-16 y los aparatos de ataque subsónicos A-10.
La asistencia a Israel no se limita al envío de refuerzos a la zona. Desde el primer momento de la crisis, Washington ha acelerado la entrega de material militar a su aliado, con el que mantiene un acuerdo de asistencia de Defensa por valor de más de 3.000 millones de dólares anuales (2.800 millones de euros) hasta 2028. Ya ha trasladado a Israel al menos dos partidas que incluyen munición y defensa aérea; el propio jefe del Pentágono, el secretario Lloyd Austin, visitaba la semana pasada una base aérea en Israel para presenciar la llegada de la segunda partida. “Nuestra ayuda de seguridad continúa fluyendo, incluidas municiones, para atender las necesidades urgentes de seguridad”, subrayaba la portavoz del Pentágono, Sabrina Singh, en una rueda de prensa esta semana.
La Casa Blanca tiene previsto pedir al Congreso la aprobación de una partida de cerca de 100.000 millones de dólares (94.400 millones de euros), de la que 10.000 millones de dólares se destinaría a ayuda militar para Israel y 60.000 millones para Ucrania, según han adelantado medios estadounidenses.
“El Departamento permanece centrado en tres objetivos: apoyar la defensa de Israel mediante asistencia de seguridad; enviar una firme señal de disuasión a cualquier parte que pueda estar pensando en implicarse en el conflicto y permanecer vigilantes a cualquier amenaza contra las fuerzas estadounidenses en la región”, puntualizaba Singh.
Parte de los efectivos estadounidenses en la zona también podrán participar en misiones de apoyo a Israel. Especialmente, los 2.000 soldados puestos en alerta para su traslado, si se decide enviarlos. En ese caso, no quedarían necesariamente desplegados en Israel, sino en las cercanías, para llevar a cabo desde allí misiones de vigilancia, logística y transporte, entre otras posibilidades.
Aunque “obviamente, tenemos intereses de seguridad nacional, y los protegeremos si hace falta”, subrayaba Kirby. “Es una fuerza militar suficiente y creíble, si como comandante en jefe [Biden] decide que hay que usar esa fuerza para defender nuestros intereses, lo haremos”.
En momentos en los que la tensión alcanza niveles máximos tras la explosión, el martes, en un hospital de Gaza del que Hamás acusa a Israel y este a la Yihad Islámica, segunda milicia de la Franja, los efectivos militares estadounidenses en Oriente Próximo se encuentran en estado de alerta elevada ante la posibilidad de ataques por parte de grupos respaldados por Irán.
En Siria, las fuerzas estadounidenses derribaron dos drones que se preparaban para atacarles, según indicó el Departamento de Defensa este jueves. En Irak, las bases estadounidenses recibían a comienzos de esta semana golpes de estos aviones no tripulados, en un incidente que dejó tres heridos leves. “En estos momentos de alerta elevada, supervisamos atentamente la situación en Irak y el resto de la región”, ha indicado el Mando Central estadounidense en un comunicado.
Este jueves, el destructor Carney, en aguas del norte del mar Rojo, derribó tres misiles de crucero y varios drones lanzados por rebeldes hutís en Yemen, en un ataque que habría podido tener como objetivo Israel, según informaba el portavoz del Pentágono, el general Pat Ryder.
Las tropas estadounidenses también participan en actividades de paz. En una visita no anunciada, el general Michael Erik Kurilla, jefe del Mando Central y responsable de las fuerzas de este país en Oriente Próximo, se reunía en persona con el presidente egipcio, Abdelfatá al Sisi. Abordaron la situación en Gaza y cómo llevar al interior del territorio la ayuda que espera en el paso fronterizo de Rafah, que comunica la franja con el Sinaí egipcio y es el único acceso a Gaza no controlado por Israel.