Hacer de América la “región más competitiva económicamente del mundo”. Es la meta que ha propuesto el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a diez líderes latinoamericanos y Canadá en una cumbre celebrada en la Casa Blanca....
El encuentro estaba programado desde hace tiempo: la creación de la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas (APEP, por sus siglas en inglés) había sido una idea de Biden, presentada en la Cumbre de las Américas en Los Ángeles el año pasado. Pero en medio del estallido de la guerra entre Israel y Hamás, y con el conflicto en Ucrania en plena ebullición, su celebración representaba un gesto de apoyo de Washington a América Latina y una respuesta a las quejas de que la región ha quedado en un segundo plano en las prioridades de EE UU en política exterior.
El objetivo declarado del nuevo grupo -Estados Unidos y aquellos países con los que mantiene tratados de libre comercio en la región- es “establecer un foro duradero para impulsar la competitividad regional y movilizar la inversión de alto nivel en el hemisferio”, así como atajar las causas de los flujos migratorios en la región, según la Casa Blanca. Los planes iniciales aspiran a reforzar las inversiones y trasladar más partes de las cadenas globales de suministro a la región, “con un foco inicial en las energías limpias, los semiconductores y los suministros médicos”, de acuerdo con la oficina presidencial estadounidense.
“Aumentar las oportunidades y reducir la desigualdad; encauzar el increíble potencial económico de las Américas; y hacer del hemisferio occidental la región más competitiva económicamente en la región. Creo que es algo que está totalmente a nuestro alcance”, apuntaba Biden.
Washington tiene interés en reforzar los lazos con su región vecina para contrarrestar el empuje de China, cada vez más presente en Latinoamérica y que ya es el primer socio comercial de algunos de sus países. Y Biden lo dejó claro en sus palabras al comenzar la reunión, en la que participaban los países con los que Estados Unidos mantiene acuerdos de libre comercio en el continente: Chile, Barbados, República Dominicana, Costa Rica, Ecuador, Perú, Colombia, Uruguay, México, Panamá y Canadá. México y Panamá fueron los únicos países que enviaron a los jefes de sus diplomacias, Alicia Bárcena y Janaina Tewaney, en lugar de sus presidentes o primeros ministros.
“Estados Unidos ya es, con mucha diferencia, el principal inversor en América Latina y el Caribe. Queremos asegurarnos de que nuestros vecinos más cercanos saben que tienen la posibilidad real de elegir entre una diplomacia (basada en) la trampa de la deuda y propuestas transparentes de gran calidad sobre infraestructuras y el desarrollo interamericano”, apuntaba el inquilino de la Casa Blanca en la reunión en la Sala Este. “Todo lo que necesitamos hacer es … seguir haciendo realidad la visión positiva que todos compartimos sobre una región segura, próspera y democrática”.
El mensaje de Biden era transparente. Estados Unidos pretende que su sector privado compita con China en ambiciosos proyectos de infraestructura similares a los que la República Popular financia en la región. Y acusa a Pekín de financiar esos proyectos con créditos en condiciones aparentemente ventajosas pero que cargan de deuda a los países que los aceptan.
En declaraciones a El País, el director para el Hemisferio Occidental de la Casa Blanca, Juan González, indicaba que “estamos confiados en nuestra capacidad de competir. Latinamérica y el Caribe no dependen de nosotros, ellos han formado vínculos con el resto del mundo”.
“El interés nuestro, al fin y al cabo, es la prosperidad de Latinoamérica y el Caribe, promover la integración entre estos países, que ellos prosperen. No estamos buscando nada a cambio. El presidente ha dejado esto también claro, que no buscamos un fin político, solo la prosperidad de los países de la región, siempre dentro de un marco democrático. Nuestra estrategia de seguridad nacional deja muy claro que el desarrollo democrático de la región contribuye a nuestra seguridad y prosperidad”, apuntaba González.
Biden apuntó la creación de “una nueva plataforma de inversión en infraestructuras que movilizará miles de millones de dólares”. Posteriormente, la Casa Blanca indicaba que la Plataforma de Alianza para las Américas construirá “puertos modernos, redes de energías limpias e infraestructura digital necesaria para una economía competitiva”, aunque no ofreció cifras concretas.
También se establecerá un nuevo programa acelerador que conecte a empresarios que empiezan con redes de inversores del sector privado, para el que la agencia de cooperación estadounidense USAID ha prometido cinco millones de dólares y Canadá, tres millones de dólares canadienses. Uruguay también ha anunciado su apoyo a esta herramienta.
APEP también aportará fondos para proveer de infraestructuras y servicios sociales a inmigrantes y sus comunidades de acogida. Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur y España colaboran con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para poner a disposición de esta entidad 89 millones de dólares que se emplearán en el apoyo a los países más impactadnos por la migración. España contribuirá con dos millones de dólares, que se sumarán a otros cinco desembolsados desde 2019 para totalizar siete millones. “Debemos asegurarnos de que las comunidades tengan los recursos que necesitan para poder cuidar de los migrantes”, había subrayado Biden en en su discurso.
“Hay una oportunidad para que la clase media y la clase trabajadora crezcan, para aumentar las posibilidades y reducir la desigualdad, para aprovechar el increíble potencial económico de las Américas y convertir el continente en la región económicamente más competitiva del mundo. Creo que está a nuestro alcance”, subrayó Biden en su discurso, flanqueado por los presidentes de Costa Rica, Rodrigo Chaves Robles, y de Uruguay, Luis Lacalle Pou.
El presidente estadounidense también adelantó la creación de un fondo para la naturaleza, que promoverá la inversión en “bonos verdes” -instrumentos de deuda emitidos por instituciones públicas o privadas para financiar proyectos que sirven para mejorar el medio ambiente- y “bonos azules”, que buscan proteger los océanos.
El conflicto en Oriente Próximo no aparece nombrado en el comunicado final del encuentro, pero fue uno de los asuntos que se abordaron en la reunión de líderes, según confirmó González. “Hubo una conversación abierta al respecto, pero no distrajo nada de la conversación sobre temas económicos”, apuntó. Chile y Colombia, ambos participantes en la cumbre, son dos de los países latinoamericanos que más críticos se han mostrado hacia Israel. El presidente chileno, Gabriel Boric, había sacado a relucir la crisis en su reunión bilateral con Biden el jueves.
La cumbre se cerró con una declaración en la que los once países declaran su “visión conjunta para un hemisferio más abierto, justo, incluyente, sostenible y próspero”, en el que reconocen “·la necesidad de acelerar el comercio y la inversión inclusivas y sostenibles, atajar la crisis climática y expandir las oportunidades sociales y económicas para no dejar a nadie atrás”.
Para entonces, Biden ya no se encontraba en la Casa Blanca. A media mañana, el presidente estadounidense había emprendido viaje a Lewiston, en Maine, para reunirse con las familias de las víctimas del peor tiroteo en lo que va de año en Estados Unidos, ocurrido el viernes pasado cuando un hombre mató a dieciocho personas antes de quitarse él mismo la vida.