Hasta ahora, el fentanilo en México parecía una amenaza fantasma; un ruido de fondo en la conversación política y una realidad desoladora, pero solo en la frontera norte y Estados Unidos, donde la letal droga está arrasando allá por donde pasa. La falta de datos oficiales en el país sobre adicción y consumo del opioide, una sustancia 50 veces más potente que la heroína, dejaba los números en el terreno de la especulación. Esta semana, por primera vez, un estudio publicado en la revista médica Harm Reduction Journal ha confirmado lo que los expertos llevaban tiempo augurando: el fentanilo ha llegado también a la capital y sus alrededores.
La investigación se realizó en 2021 en un festival de música electrónica al aire libre cercano a la Ciudad de México (el nombre y la ubicación exacta no se precisan). Un equipo de científicos analizó 51 muestras de drogas de 40 consumidores, que se ofrecieron voluntariamente a la prueba, gratuita y anónima. La mayoría eran hombres de entre 22 y 48 años, un sesgo que los expertos esperan solventar para el siguiente estudio. Ninguno de los usuarios esperaba encontrar fentanilo en las sustancias que habían comprado, pero el opioide apareció en 14 de 22 muestras examinadas de MDMA y en dos de cuatro dosis de cocaína. “Los resultados muestran que la adulteración de fentanilo ya no es un fenómeno confinado a la frontera norte de México entre personas vulnerables que se inyectan heroína o metanfetamina, sino que ha llegado a los jóvenes que usan psicoestimulantes”, concluye el artículo.
“El análisis se llevó a cabo en 2021, es importante mencionarlo porque el discurso oficial y muy generalizado entre usuarios era que no se estaba usando fentanilo en México y que era un problema confinado a la frontera norte del país”, explica Silvia Cruz, una de las autoras del estudio. “Los usuarios a los que les salió la prueba de fentanilo positiva se sorprendieron muchísimo. Algunos no conocían la droga. Creo que eso es una primera llamada de atención. Probablemente, ahora se identifique más, pero hace casi dos años no”, continúa la experta, una de las primeras investigadoras en analizar el consumo del opioide en México.
Consumir fentanilo sin saber que estás consumiendo fentanilo
Hay varios puntos relevantes que ofrece el artículo, explica Cruz, que aclara que la investigación no se había publicado hasta ahora por los rigurosos procedimientos de verificación y revisión que tienen las revistas científicas como Harm Reduction Journal. Por un lado, el perfil de los consumidores de fentanilo identificados en el festival: usuarios “experimentales”, esporádicos, que toman drogas de manera recreativa en ocasiones puntuales. Uno de los principales riesgos es el desconocimiento: “Si estas sustancias circulan en eventos en los que los usuarios no consumen opioides, sino estimulantes y alucinógenos, básicamente MDMA o LSD, tus expectativas no son de sobredosis, son en todo caso de un mal viaje, algo que pueda ser desagradable”, dice Cruz.
Con el fentanilo, las probabilidades de una sobredosis son elevadísimas por la potencia del producto. Tan solo dos miligramos del opioide pueden suponer una dosis letal. A diferencia de la heroína o la morfina, su estructura química le permite atravesar las barreras biológicas con mucha facilidad y alcanzar rápidamente el sistema nervioso central, deprimirlo y hacer que el cuerpo deje de respirar. “Llega tan rápido que una persona se puede morir con la jeringa puesta”, ilustra Cruz. En Estados Unidos, alrededor de 70.000 personas murieron por sobredosis de fentanilo solo en 2021; o lo que es lo mismo, casi 200 personas al día, un aumento del 94% respecto a dos años antes, según un estudio del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE UU (CDC, por sus siglas en inglés). En México todavía no existen datos oficiales al respecto.
La adulteración de otras drogas con fentanilo ya era habitual en Estados Unidos y la frontera. Como las dosis consumibles del opioide son mucho menores que las de, por ejemplo, la heroína, es mucho más rentable económicamente. Su producción, que puede realizarse en laboratorios caseros a partir de precursores químicos de bajo coste, también abarata los gastos. Y al ser altamente adictivo, es el cóctel perfecto para un vendedor: genera una gran demanda a un precio insuperable en el mercado actual.
Para consumidores como los del festival en el que se realizó el estudio, esto puede constituir una trampa mortal. “Si en esa población se presenta MDMA o cocaína mezcladas con fentanilo, no hay ninguna medida de ayuda, no se tiene antídoto. No lo reconocen como una sobredosis de opioide”, alerta Cruz. Por eso, para ella y el resto de expertos, empezar a distribuir legalmente naloxona, el remedio en caso de sobredosis, es una cuestión de vida o muerte. En Estados Unidos, que reconoce una crisis de salud pública ante el consumo masivo de esta sustancia, la naloxona se consigue con facilidad, pero en México su acceso todavía permanece muy restringido y es casi imposible de encontrar.
Una tendencia en aumento
Los investigadores asumen que, si en 2021 ya había presencia del opioide, la tendencia es que el consumo haya aumentado dos años después. “Cualquier persona que consuma sustancias y no sepa cuál es su contenido potencialmente puede exponerse al fentanilo, es importante identificar los síntomas y tener a mano el antídoto. Es muy importante que no se consuma estando solo y que al menor signo de disminución de la frecuencia respiratoria o de falta de tono muscular —la gente se dobla, se cae—, se sospeche que hay opioides y se acuda al médico”, sentencia Cruz.
La científica, autora del libro Lo que hay que saber de drogas, remarca también la necesidad de realizar “testeos de calidad” de las sustancias que se consumen en ambientes de ocio como festivales o lugares de reunión de usuarios habituales. Actualmente, además de por su valor como prevención de riesgos, es una de las únicas formas de medir el consumo del fentanilo en México, un fenómeno relativamente nuevo. En 2017, en el estudio Cuqueando la chiva, realizado con más de 600 consumidores de heroína en Baja California, Sonora y Chihuahua solo seis de ellos habían tomado fentanilo, el resto ni siquiera lo conocía. A día de hoy, en la frontera, el número de usuarios ha crecido exponencialmente, muchos de ellos con adicciones previas a otras sustancias como la heroína.
Estudios como estos o las cifras desagregadas de organizaciones e investigadores son hoy por hoy la única manera para acercarse a la realidad que está dejando el fentanilo en México. Más allá no hay datos sólidos. El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador decidió cancelar la Encuesta Nacional de Adicciones (Encodat), que se realizaba cada cinco años aproximadamente desde 1998, por su alto costo. La última disponible es de 2016, cuando las huellas de opioide eran mínimas.