El Estado de Alabama tiene previsto matar este jueves a Kenneth Eugene Smith, acusado del asesinato de una mujer a finales de los años ochenta. No es la primera vez que lo intentan, ya trataron de ejecutarlo en noviembre de 2022 por el método de la inyección letal, pero después de un buen rato lo dejaron por imposible cuando el reloj rondaba la medianoche y la orden estaba a punto de expirar. No fue un acto de clemencia; simplemente, no le encontraban la vena.
La segunda cita de Smith con la muerte también está rodeada de incertidumbres. Los verdugos de Alabama probarán con él un nuevo método de ajusticiamiento: asfixia con gas. El plan pasa por colocarle una máscara hermética en la cara y obligarlo a inhalar nitrógeno puro hasta dejarlo sin oxígeno en el cuerpo para, perdida la conciencia, provocarle la muerte. De funcionar, sería la primera innovación en la batería de métodos de ajusticiamiento que se emplean en los 27 Estados de Estados Unidos en los que está legalizada la pena capital desde la introducción en 1982 en Texas de la inyección letal, método que en estos 42 años se ha empleado para matar a 1.377 condenados.
Oklahoma y Misisipi también aprobaron en 2018 la hipoxia de nitrógeno (su nombre técnico), pero aún no han dado el paso de usarla. Así que no existen más precedentes a lo que puede ocurrir con Smith este jueves a partir de las 18.00 (hora local) que los recogidos en textos de revistas médicas sobre suicidios asistidos en Europa o accidentes laborales provocados por fugas de gas. Un juez federal rechazó la semana pasada el recurso de clemencia de los abogados del condenado a muerte y el Supremo decidió este miércoles no intervenir para parar la ejecución.
Según el procedimiento aprobado y difundido por las autoridades del Estado del sur del país el pasado verano, Smith escuchará la lectura de su sentencia de boca del alcaide de la prisión, podrá ejercer su derecho a decir sus últimas palabras o a callar y desde la habitación contigua se activará el sistema. “Tras la introducción del gas nitrógeno [en el organismo del reo], se le administrará durante 15 minutos o durante los cinco minutos que pasen desde que el electrocardiograma dé una línea plana. Lo que suceda antes”, dice el documento oficial, que fue distribuido entre todos los presos que aguardan su hora en el corredor de la muerte en Alabama.
El método difiere del de la cámara de gas, vigente, aunque en desuso, en algunos Estados. El último preso así ejecutado fue Walter LaGrand. Sucedió en 1999 en Arizona y el hombre tardó 18 minutos en morir en el interior de una habitación sellada que llenaron de cianuro.
La búsqueda de alternativas a la inyección letal se ha intensificado en los últimos años, en vista de que las empresas farmacéuticas se han venido negando por una cuestión de imagen corporativa a vender a los Estados esos fármacos, cuyas existencias han caducado. Además, en 2011, la Unión Europea prohibió la exportación de esas drogas a Estados Unidos. Según los expertos, se trata del método que más falla: la radio pública NPR revisó las autopsias de 200 reos así ajusticiados y concluyó que, pese a la apariencia de que murieron plácidamente, el 84% sufrió un edema pulmonar, un encharcamiento que crea una sensación parecida al ahogamiento. La gobernadora de Alabama, la republicana Kay Ivey, impuso una moratoria, levantada en 2023, en su uso tras el intento fallido de matar a Smith: era la tercera vez consecutiva que tenían que devolver a un preso a su celda después de hacerle pasar por ese macabro trance.
Los problemas con la inyección letal han provocado que la ejecución con pelotón de fusilamiento haya regresado en algunos territorios: Misisipi, Oklahoma, Carolina del Sur y Utah lo contemplan hoy entre sus opciones de pena capital. Idaho y Tennessee se lo están pensando.
Queja de las Naciones Unidas
La paternidad de la idea del ajusticiamiento con nitrógeno es de Stuart A. Creque, un guionista televisivo de terror y ciencia-ficción que escribió en 1995 un artículo en la revista conservadora National Review en el que planteaba la posibilidad. En septiembre la defendió en otro texto, publicado en The Wall Street Journal y titulado Al fin existe un método humano de ejecución. Activistas contra la pena de muerte y expertos médicos tienen serias dudas de ello, y han criticado la nueva técnica de ajusticiamiento de Alabama por todo lo que podría salir mal: que la inhalación provoque vómitos y el reo muera ahogado, que el gas no haga su trabajo y Smith quede en estado vegetativo, o que se produzca una fuga de nitrógeno.
Ravina Shamdasani, Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, protestó la semana pasada por la ejecución anunciada, al considerar que “ese tipo por asfixia con gas conlleva un dolor y un sufrimiento especiales”. “Nos preocupa que se puedan estar violando la prohibición de la tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, así como su derecho a remedios efectivos”, dijo Shamdasani.
Smith, de 58 años, fue declarado culpable de participar en 1989 junto a otro hombre, llamado John Forrest Parker, en el asesinato por encargo de Elizabeth Sennett. La acuchillaron y mataron a golpes con el atizador de una chimenea a cambio de un pago de 1.000 dólares prometido a cada uno de ellos por el marido de la víctima, un pastor adúltero que después llamó a la policía y trató de hacer pasar la trama por un allanamiento con violencia de la casa familiar. Cuando este se vio acorralado, se suicidó antes de ser acusado. Alabama mató a Parker con una inyección letal en junio de 2010. Un tercer implicado en el asesinato, Billy Gray Williams, que fue quien recibió el encargo del marido y lio a los otros dos, fue condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, y murió en la cárcel en 2020. Los dos hijos de la víctima tienen previsto asistir el jueves a la ejecución de Smith.
En una entrevista por escrito concedida a la BBC la semana pasada, el reo pidió clemencia al Estado “antes de que sea demasiado tarde”. “Tengo náuseas todo el tiempo”, añadió. “Los ataques de pánico me asedian con regularidad… Esto es solo una pequeña parte de lo que he estado enfrentando a diario. Básicamente, [se trata de] tortura”.
Otro de los riesgos sobre los que alertan los expertos es que el cierre hermético de la máscara falle o que ceda entre las convulsiones de Smith. Una fuga de nitrógeno podría acabar entonces con la vida del reverendo Jeff Hood, que asistirá a la ejecución para acompañar al condenado en su último suspiro. Hood ha tenido que firmar un documento descargando de responsabilidad al Estado de Alabama si algo sale mal y acaba muriendo o quedando en estado vegetativo.
Desde 1976, año en el que el Tribunal Supremo reinstauró la pena de muerte en Estados Unidos, Alabama ha matado a 72 personas. La primera ejecución llegó en 1983. Actualmente, la población reclusa en el corredor de la muerte es de 167 presos, cinco de los cuales son mujeres.