México enfrenta la peor sequía de los últimos 40 años. El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) catalogó el año 2023 como el más seco en la historia del país, con solo un poco más del 20% del territorio nacional sin afectaciones por la sequía. Según el último Monitor de Sequía en México de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), casi el 50% del territorio se considera que está en “sequía extrema a excepcional” (siendo esta última categoría la más extrema de todas). La falta de lluvias ha provocado que, al cierre del año, la mayor parte de las presas del país estén por debajo del 50% de su capacidad de almacenaje, cuando normalmente deberían superar el 80% después de la temporada de lluvias. En algunos lugares, la situación es aún más crítica. Por ejemplo, el conjunto de presas que alimenta al valle de México, conocido como el famoso sistema Cutzamala, compuesto por la presa del Bosque en Zitácuaro, Michoacán, y las presas de Villa Victoria y Valle de Bravo en el Estado de México, apenas alcanzó el 38% de su capacidad.
Para los hogares del Valle de México, esta situación implica cortes y racionamiento en el suministro de agua. En el campo mexicano, el mayor usuario de agua del país, con un 70% del consumo total, la situación ha sido catastrófica para la producción de alimentos. La producción de maíz cayó un 40% el año pasado y en el Estado de Zacatecas, el principal productor de frijol del país, la producción ha disminuido de 2.1 millones de toneladas en 2021 a menos de 700.000 en 2023. Estas caídas en la producción impactan directamente en el precio de los alimentos; los incrementos en los precios del maíz oscilan entre el 20% y el 40%, mientras que el frijol ha experimentado un aumento cercano al 20% y otros productos, como el azúcar, ha superado el 40%.
El asunto no va a mejorar pronto, por el contrario. De acuerdo con información oficial, 2024 será aún más seco que 2023. La situación es crítica y urgente, en eso coinciden los expertos. Y, sin embargo, el país enfrenta la crisis con un recorte del 12% al presupuesto de Conagua que, a pesar de experimentar pequeños aumentos en los últimos dos años, aún no ha recuperado el nivel de hace una década, cuando alcanzó los 75.000 millones de pesos.
A quien resulte la próxima presidenta de México, la primera en su historia, le quedará muy poco margen para hacerse pato, como durante años se han hecho políticos de todos los partidos. Ya no se pueden confiar en que llegarán las lluvias para atender lo que ellos han descuidado; el cambio climático se ha encargado de debilitar esa posibilidad quizá para siempre. Millones de personas esperarán una solución urgente a un tema urgente. Por ello, en muchas regiones y sectores del país, uno de los asuntos centrales de la campaña será el acceso al agua. Como hemos observado en los últimos años, su desabasto puede generar conflictos, desestabilización, manifestaciones y, eventualmente, incentivar un voto de castigo hacia aquellos Gobiernos señalados por la ciudadanía como responsables de la crisis. El Valle de México, en donde en los próximos meses se esperan más recortes y disrupciones, no se pueden descartar posibles consecuencias político-electorales.
Revertir la crisis en la que hoy está el país tomará muchos años pero, si en algo están de acuerdo los expertos, es en que el presupuesto destinado para la Conagua durante los próximos años tiene que estar cerca de los 120.000 millones de pesos (160.000 millones menos de lo que el Tren Maya destinará solo a infraestructura, para poner la cifra en perspectiva). Están de acuerdo también en que el foco inicial no debe estar en mover cerveceras o empresas al sur del país, en donde hay mucha agua, como sugería el presidente López Obrador, sino en la tecnificación del campo para reducir su porcentaje de consumo de agua (hoy solo alrededor del 2% del campo mexicano tiene tecnología de punta para producir alimentos y consume el 70% del agua dulce del país). A estas acciones les siguen innumerables más, incluyendo recuperar los espacios perdidos ante el crimen organizado que ahora, también, controla pozos, roba agua y manipula los precios de las pipas repartidoras en algunos lugares del país.
A Claudia o a Xóchitl les espera un desafío titánico. Solo cabe esperar que quien resulte ganadora, tenga la fortaleza para romper inercias y la visión para articular una estrategia que prepare al país para la crisis climática que ya está aquí.