Las elecciones presidenciales arrancaron este viernes en Rusia con la desconfianza extendida en Occidente sobre la fiabilidad del resultado. Los comicios, sin oposición real, sin observadores internacionales y con el opaco sistema de voto electrónico por primera vez en unas presidenciales, perpetuarán en el poder a Vladímir Putin al menos hasta 2030. El proceso de votación, que se prolongará hasta este domingo, cuenta con 4,7 millones de potenciales votantes por internet, de los que dos millones se estima que ya han depositado su papeleta electrónica. Uno de ellos ha sido el propio Putin desde el ordenador de su despacho en la residencia de Novo-Ogaryovo, a las afueras de Moscú. Teniendo en cuenta todo el voto —en urna y por internet—, las autoridades estiman que ya lo ha depositado el 35% de los más de 112 millones de electores.
Una de las mayores alteraciones de la jornada se registró en Bélgorod, a solo 80 kilómetros de la ciudad ucrania de Járkov y donde el día de votación se inició con el ulular de las sirenas. Al menos una persona falleció en una oleada de ataques atribuidos a Ucrania y fuego antiaéreo “nunca vistos en estos años de guerra”, según transmitieron a este diario varios habitantes de la localidad rusa. En este contexto, sus habitantes solo podían pensar en los ataques ucranios. “No te imaginas cómo se han calentado las cosas aquí”, decía la noche del jueves Evguenia, una mujer de unos 40 años residente en la ciudad de Bélgorod. La mujer era un mar de dudas. “No me atrevo a salir de casa. No sé qué hacer, irnos o no. ¿Cuándo terminará esto?”, lamentaba en una conversación por teléfono.
Frente a la agitación de Bélgorod, sí hubo tregua en la vecina urbe de Kursk, también atacada estos días. “Toquemos madera”, exclamaban allí, en la Escuela Número 4 de la calle de Dmítrova, mientras un goteo incesante de personas, casi toda gente mayor, votaba a lo largo de la mañana. “Estoy con mi presidente, Vladímir Vladímirovich (Putin)”, fue una frase repetida por varios de los votantes. Kursk (434.000 habitantes) es una de las 28 entidades administrativas rusas donde se ha habilitado el polémico voto por internet. Según los cálculos de uno de los colegios, alrededor del 10% de sus 773 votantes censados se decantarán por esta opción. A ellos se suma otra veintena de personas que por problemas de movilidad recibirán la visita de una urna portátil a casa.
Según denuncia la organización independiente Golos, extender varias jornadas estos comicios facilita a la Administración y a muchas empresas la presión sobre sus empleados para que usen el opaco voto por internet, sobre cuya confidencialidad hay dudas, o acudan a las urnas este viernes laborable.
El portavoz del mandatario ruso, Dmitri Peskov, evitó responder sobre los ataques en la zona fronteriza y delegó esta cuestión en el Ministerio de Defensa ruso, cuestionado por la entrada de los drones de Kiev en su territorio. Este viernes mismo, otra refinería de la región de Kaluga, al sur de Moscú, se sumó a la lista de instalaciones energéticas rusas alcanzadas por drones en los últimos días.
Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
En una jornada con fuertes medidas de seguridad, varias personas fueron detenidas por verter líquidos, entre ellos tinta, dentro de urnas. La Comisión Electoral Central indicó que todos los “atacantes” fueron arrestados y que se les abrirá una causa penal. Según las autoridades, al menos cinco centros de votación situados en Moscú, Voronezh y Rostov registraron incidentes de este tipo. Además, el partido opositor Iniciativa Cívica y su candidato, Borís Nadezhdin, vetado en los comicios, fueron víctimas de incidentes. Su sede en Kazán fue atacada por observadores de la Cámara Pública, un organismo de consulta civil, y una voluntaria fue detenida en la provincia de Janti-Mansiisk mientras hacía una encuesta fuera del punto electoral.
En cambio, la calma reina a la entrada de la escuela de Kursk, custodiada por varios policías. A simple vista, parecen unos comicios normales. En el hall, un biombo muestra las fotos de los cuatro candidatos a presidente con sus currículums y el patrimonio que han declarado. Los aspirantes del Partido Comunista, el Partido Liberal-Demócrata y Nueva Gente exponen textos interminables. El perfil del candidato Putin, sin embargo, se resume en unas pocas líneas y destaca que es “presidente de la Federación de Rusia”; detrás se engrandece la figura del mandatario Putin en un mural con el lema “¡Rusia, nuestra gran potencia!”, otra foto del líder ruso y un mapa y la bandera del país.
El colegio electoral está dividido en dos puntos de voto, los números 125 y 126. En cada uno de ellos hay un biombo en el que los votantes pueden marcar a su candidato con una cruz en una papeleta enorme. Sin embargo, a diferencia de España, se deposita en una urna acristalada sin sobre alguno que tape la elección. De hecho, a simple contraluz es posible ver el voto marcado al otro lado del papel.
“Nuestras urnas son transparentes para que se pueda comprobar qué papeletas hay. Si el votante no quiere que se vea su voto, puede doblar la papeleta”, explica a este periódico el jefe de la comisión electoral en ese colegio, Roman Filippov. En este colegio electoral solo hay observadores de Rusia Unida, el partido que postula a Putin como presidente, aunque esperan la presencia de representantes de otras formaciones oficialistas alguno de los tres días que duran los comicios.
Casi todos los observadores del primer partido de Rusia rechazan hablar, salvo una joven, Galina Ivánovna, que se unió a la formación por tradición. “Acabo de cumplir 18 años. Tenemos la costumbre de ir juntos en familia a las elecciones”, dice.
A diferencia de España, donde los miembros de las mesas electorales se eligen aleatoriamente a través de un sorteo, los comités electorales rusos están formados íntegramente por voluntarios, la mayoría de ellos propuestos por los partidos y que pueden ser vetados.
El arranque de las elecciones coincide con la denuncia de un medio independiente ruso, Sirena, de que algunos colegios electorales de la región de Kursk utilizan bolígrafos con tinta que puede desaparecer con el calor de un mechero. “No puedo pronunciarme, aquí no ocurre. Quizás sea algún tipo de provocación”, responde el responsable del colegio electoral. “De momento va todo bien, sin incidencias”, agrega.
Tras depositar sus papeletas, los votantes reciben un certificado en el que las autoridades les agradecen haber participado pese a la tensión que se vive con los drones. A diferencia de otras regiones —Moscú tiene un programa de “un millón de premios” por ir a votar, incluidos descuentos en espectáculos—, en Kursk aseguran que no hay ninguna compensación.
Apoyo abierto al presidente
Es horario laboral y prácticamente todo el mundo que acude a las urnas es mayor, aunque en muchas regiones es habitual que el personal de la Administración y algunas empresas también reciba permiso —se le instigue— para ir a votar. Aquí el apoyo a Putin es rotundo. “¿Por qué ocultarlo? He votado a Vladímir Putin, un gran presidente”, declara al salir de votar Alexánder, un pensionista vecino del Colegio Número 4. “Estaba seguro de que se presentaría y llegará hasta el final [en la guerra contra Ucrania]”, agrega con una sonrisa.
Los ataques ucranios de estos días son para Kursk algo nuevo, pero para Alexánder el culpable está claro y es Kiev. “Estamos perfectamente, no tenemos miedo. Es necesario responder al drogadicto de Zelenski”, añade.
Una pareja mayor también se acerca a votar, pero rechaza opinar sobre el líder ruso. “No son unas elecciones especiales, pero los rusos tienen que dejarse ver y votar. Cada ruso hace su elección, a quién quiere en el poder, eso es un asunto absolutamente personal”, afirma el hombre.
En cualquier caso, solo la gente fiel a Putin habla abiertamente en estos comicios. “No son unas elecciones especiales”, dice Anna, mujer de mediana edad cuya hija, ahora periodista de un canal del Kremlin, estudió en el mencionado colegio electoral. “Creo que debemos apoyar a nuestro presidente”, sentencia. Al ser preguntada por los ataques vividos estos días, responde como muchos otros rusos que solo el Kremlin puede tener respuestas porque los ciudadanos no participan en política. “¿Qué hacer? Como ciudadana no puedo decir si algo es malo. Solo admiro a mi presidente y hay que apoyarle”, apunta antes de recurrir a un refrán: “En Rusia solemos decir que no cambiamos de caballo a mitad del cruce”.