Las fuerzas ultras sacuden la UE pero los partidos europeístas retienen la mayoría
La constelación ultra, la de los partidos euroescépticos —incluso eurófobos—, sacude el Parlamento Europeo. El auge de las formaciones de extrema derecha y ultranacionalistas en los comicios de este domingo no solo consolida su normalización, sino que aboca a una legislatura de alto riesgo para el proyecto europeo. Las fuerzas ultras, que abogan por dinamitar el modelo actual de la UE, aunque diversas y divididas en varias familias, sumarán importantes cuotas de poder en un nuevo Parlamento Europeo con amenaza de bloqueo (alrededor de un 25%, según las proyecciones publicadas por la Eurocámara a partir de sondeos y escrutinio parcial). El auge de la extrema derecha y de los populistas, con especial empuje en Francia y Alemania —donde deja a los Gobiernos muy tocados, y también el eje francoalemán, motor de la UE—, fragiliza la alianza formada por los europeístas. Sin embargo, pese al golpe, retienen la mayoría, un 63% del voto, según el escrutinio provisional.
El Partido Popular Europeo (PPE) gana las elecciones, con 185 escaños, casi una decena más que en la legislatura anterior, pero la suma de las fuerzas ultras supone cerca de 150 escaños; por encima, por tanto, del segundo partido, los Socialistas y Demócratas (S&D), con 137. Y eso sin contar con algunos de los partidos que, como el Fidesz del nacionalpopulista húngaro Viktor Orbán (saca 10 escaños), están ahora sin familia política, es decir, en el grupo de los no inscritos, que aumenta considerablemente. Las formaciones de la antigua coalición europeísta, populares, socialdemócratas y liberales (Renew) suman un 56% de los 720 escaños del hemiciclo europeo. Con Los Verdes, que están llamados a convertirse en la llave y freno de emergencia a la ultraderecha, supondrían un 63%. Los ambientalistas —que, como los liberales, pierden mucho peso— han lanzado ya que estarían dispuestos a ello si se vuelve a destacar como una prioridad el pacto verde.
Los moderados salvan los muebles, pero el resultado es muy amargo en una legislatura exitosa. Las elecciones más importantes de la historia de la Eurocámara, con enormes amenazas internas y externas para la UE, no han logrado movilizar al electorado: los datos provisionales apuntan a que solo el 51% de los más de 360 millones de ciudadanos con derecho a sufragio ha votado, una cifra similar a la de 2019.
El Partido Popular Europeo, que ha tenido un buen desempeño, se encontrará ante sí un dilema histórico y oceánico. Deberá decidir ahora si prosigue su deriva aún más derechizada y se arrima a los ultras —al menos a aquellos que considera aceptables y con los que lleva coqueteando meses, como los Hermanos de Italia de la primera ministra Giorgia Meloni, una formación con raíces fascistas— o trata de mantener una alianza con los Socialdemócratas, Liberales y Verdes, grupos que han perdido fuerza. No lo tendrán nada fácil para resistir el embate de las bancadas euroescépticas y eurófobas.
“El centro resiste”, ha dicho Ursula Von der Leyen, del PPE, que ha prometido construir un “bastión” contra los extremos de la izquierda y de la derecha. El presidente del grupo conservador, el alemán Manfred Weber, se ha acercado este domingo por la noche a su antigua alianza. “Invito a socialdemócratas y liberales a que se junten a nuestra alianza prodemocrática y proeuropea”, ha lanzado. “Con S&D y Renew hemos trabajado bien juntos durante los últimos cinco años y vamos a seguir construyendo una relación constructiva y probada”, ha incidido también Von der Leyen. Con ellos contactará primero para testar la aritmética parlamentaria.
Chirría el eje francoalemán
Las fuerzas ultranacionalistas han logrado grandes subidas en Francia, donde el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen ha arrasado y dobla al Renacimiento del presidente liberal Emmanuel Macron, que ha convocado elecciones legislativas anticipadas tras el fiasco. Y en Alemania, pese a los escándalos de sus supuestos vínculos con el espionaje chino y ruso y el blanqueamiento del nazismo del que era su candidato principal, los extremistas de Alternativa para Alemania (AfD) han quedado segundos, por detrás de los conservadores. Mientras, los socialdemócratas de Olaf Scholz han quedado seriamente tocados con su peor resultado de la historia de las europeas. Las fuerzas ultras también han ganado en Austria, con el FPÖ, según los sondeos. En España, el partido de extrema derecha Vox ha doblado sus resultados. No obstante, en otros territorios, como Finlandia y Suecia, donde están o sostienen en el Gobierno, en cambio, han retrocedido. Con las proyecciones electorales en la mano y a falta de los resultados definitivos, las fuerzas ultras europeas son primeras o segundas en estos comicios en países que suman ya más del 50% de la ciudadanía de la UE.
Europa está virando a la derecha. Y su giro afecta a sus dos grandes: París y Berlín; en el tercero, Italia, ya se ha asentado la extrema derecha. La maniobra de Macron es muy arriesgada y, tras el seísmo de los comicios europeos, puede generar un terremoto en Francia.
El ensanche de los extremistas y euroescépticos en la Eurocámara —donde tratarán de influir en las políticas verdes, económica, exterior o migratoria y hasta en la futura ampliación— puede entorpecer una legislatura clave, con la guerra de Rusia contra Ucrania y la de Israel en Gaza. Todo en un momento extremadamente volátil ante la perspectiva de una hipotética vuelta a la Casa Blanca del republicano Donald Trump, que dejaría a la UE en una situación enormemente complicada.
El dato de las europeas pone ante una gran disyuntiva a los conservadores tradicionales, que decidieron hace meses dinamitar el cordón sanitario que contuvo a la ultraderecha y a los eurófobos al acercarse a algunos de estos partidos, como el Meloni, que con el resultado de las europeas ha consolidado su poder (del 6% en 2019 a hasta el 30%, según los sondeos y ha barrido a los ultras de Matteo Salvini, con los que hace coalición de Gobierno). Los resultados de los comicios a la Eurocámara marcan ahora también el proceso de elección de los principales puestos europeos: presidencia de la Comisión, Consejo Europeo, de la Eurocámara y de la Alta Representación de Política Exterior de la UE.
La alemana Ursula von der Leyen aspira a repetir como jefa del Ejecutivo comunitario. Necesitará que los líderes la nominen —algo que ella parece considerar hecho, pero que está por ver a la luz de sus coqueteos durante la campaña con la extrema derecha y de las consecuencias que pueden haber tenido— y garantizarse después 361 votos en la Eurocámara en un proceso de voto secreto.
Los socialdemócratas han advertido de que no entablarán ninguna negociación que incluya a la extrema derecha. “Estamos dispuestos a trabajar por la mayoría proeuropea y democrática que nuestros ciudadanos han pedido”, ha dicho Iratxe García Pérez, la presidenta del grupo S&D en la Eurocámara. También los verdes extienden el cordón sanitario y han reclamado al PPE de que, si quiere sus votos, tendrá que volver a una agenda ambientalista. “Si buscáis estabilidad y políticas responsables los próximos cinco años, abrazar a la extrema derecha no puede ser una opción”, ha remarcado Philippe Lambert, copresidente del grupo de Los Verdes. “Pese a los resultados decepcionantes, estamos dispuestos a asumir nuestras responsabilidades”, ha añadido.
Las elecciones al Parlamento Europeo de este domingo se han jugado en la mayoría de países —como España— en clave nacional, sin bajar a la arena para desgranar los grandes temas que marcarán el futuro de la ciudadanía europea. Constatan, también en Europa, el auge de los populismos y de los partidos ultras, según las primeras proyecciones. Porque aunque el voto a la Eurocámara se suele percibir como de segundo orden —de hecho, suele haber tradición de cierto voto de protesta—, ofrece nuevas evidencias sobre la expansión de una extrema derecha que ya está en coaliciones de Gobierno o ayuda a sostenerlo en Italia, Suecia, Finlandia, República Checa, Países Bajos, Hungría y Croacia.
Está en juego la credibilidad de la UE, del proyecto común que ha ido metamorfoseando hasta el club comunitario de hoy, con 27 Estados miembros, un mercado único, un paraguas jurídico en forma de tribunal de justicia y un mecanismo de solidaridad para achicar la brecha entre países ricos y pobres.